Cremoladas: refrescando el paladar

por Diana

Miko Rudolf Mato Curic Paskojevic llegó al Perú en 1924. Venía de Croacia cargado de ilusiona y la con la esperanza de vivir “el sueño americano”.  Desde que llegó comenzó a viajar por el sur del continente y fue ahí cuando se forjó en el más frío y dulce de los oficios: se convirtió en heladero, aunque a él le debemos la ahora famosa cremolada Curich que, cada verano, nos refresca el cuerpo, la vida y los recuerdos.

Hablé con su hija Troika Curic y con los ojos iluminados me contó que en 1942 su padre emprendió un viaja hacia el norte con el objetivo de llegar a Venezuela para establecerse ahí. En ese entonces era el país más próspero de la región. En el trayecto, más precisamente en Piura, conoció al amor de su vida y aunque se la llevó con él, nunca pasaron de Tumbes.  Aquí echaron raíces y con el negocio de helados formaron una familia.

Cuánto más alta la temperatura, más larga la cola.

La cremolada es un hallazgo fortuito. La falta de electricidad hacía que las paletas (chupetes) de frutas se derritieran. Cansado de perder los insumos y el trabajo, Miko Curic encontró una mágica forma de mantener fría la fruta y la cual se tenía que comer a cucharadas, como seguimos haciendo hasta el día de hoy.

En 1979 toda la familia se mudó a la Av. Bolognesi 759 en Miraflores y el garaje de la casa se convirtió en la heladería Curich que existe hasta hoy. Han pasado 45 años y la familia mantiene vivo el legado del patriarca y todo lo que se ofrece aquí es de  calidad.

 Troika es la cara visible de la marca, pero está acompañada por parte de la familia que interviene en la producción y el desarrollo del negocio. En la actualidad tiene cremolada de más 30 sabores divididos en tres categorías: los de fruta y agua, los de fruta y leche y una línea light sin azúcar o con endulzantes. Sabores como el aguje, la lúcuma y el camucamu son la apuesta por el producto 100% peruano. Estos despiertan la curiosidad de los miles turistas que les visitan cada año, aunque siempre podrás encontrar, la fresa, el tamarindo y el coco que son los preferidos de la mayoría.

Desayuno veraniego: curichinos de coco o algarrobina y café.

En estos días de verano, con la temperatura bordeando los 30⁰C, es normal ver filas largas de personas buscando un refugio en el Curich. El personal del local despacha las cremoladas con gran agilidad de que abren a las 9.30 am y donde se recomienda ahí es un curichino: una cremolada a base de leche con café.

A mí me gusta la de guanaba con lúcuma y piña sin azúcar pero las combinaciones son infinitas. El resultado siempre será el mismo, un dulce y frio placer que sabe a verano.

En la pared del local se pueden ver cada una de las  paletas de madera que se utilizaron para remover las cremoladas desde 1979. La última de estas tradicionales se utilizó en el 2016 cuando cambiaron los estándares sanitarios que obligo a que se usen paletas de acero. Esto no altera en nada la secreta receta que la familia conserva desde hace años. Troika señala que ella se alegra cuando sale  una nueva marca de cremoladas en el mercado. Para ella esto ayuda a mantener y difundir el trabajo que su padre hizo por tantos años.

Hoy en día la cremolada Curich solo se vende en la feria de Barranco, en Punta Hermosa y en la cafetería 33 Revoluciones de Miraflores. Las otras están inspiradas en la original.

En estos días de calor, un buen plan es salir a caminar por el malecón Cisneros en Miraflores. El Curich es una parada obligatoria para encontrar algo fresco que permita continuar la caminata. Es probable que tengas que abrir la boca para que se te descongele el paladar.

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