Histórico fundo El Guayabo, un oasis para el disfrute del buen vino y el arte de conversar

Solo el tiempo dirá cuál será el destino de El Guayabo, mientras tanto, “hay que seguir, el vino es nuestra vida, nos apasiona”, precisa Elena Ugarelli.
Hermanos José, Elena y Ricardo Ugarelli y el compromiso con la producción de vinos de altísima calidad que va por la tercera generación. (FOTO: VÍCTOR CH. VARGAS).

En Surco, en el límite con Barranco, teniendo como referencia la estación Balta del Metropolitano, se ubica un claustro limeño dedicado a la producción de vino: el fundo El Guayabo, un lugar de atmósfera campestre que felizmente desentona con el crecimiento inmobiliario y comercial que lo rodea.

Fundado en 1914 por el italiano Ambrosio Ugarelli Capelli, este espacio llegó a ser el punto de encuentro de presidentes, políticos, diplomáticos y variados personajes de la vida social limeña.

La presencia de toneles y alambiques no solo destacan por su venerable estética sepia, sino también porque son el reflejo de una tradición familiar que enaltece el legado de don Ambrosio. Porque si bien hoy los tiempos no son como los de antes, sigue vigente esa magia difícil de hallar hoy: por un lado, la calidad del vino Ugarelli, de sabor seco y artesanal —experiencia distinta a la que se encuentra en los circuitos comerciales—, y la disposición para aquello que Eduardo Galeano llamaba “el arte de conversar”.

A la fecha, El Guayabo mantiene su luz gracias a los hermanos José, Elena y Ricardo Ugarelli, nietos de don Ambrosio e hijos de don Pedro.

El Guayabo, un lugar de atmósfera campestre que felizmente desentona con el crecimiento inmobiliario y comercial que lo rodea. (FOTO: VÍCTOR CH. VARGAS).

Los tres saben de la tradición que los honra, pero tampoco están desconectados de la realidad.

“Tenemos muy buenas uvas y respetamos el proceso de nuestros vinos, pero no sabemos qué será de El Guayabo cuando ya no estemos”, dice Elena, quien nos acerca un álbum fotográfico familiar, como si encontrara en sus imágenes el aliciente contra los actuales días recios.

Los enófilos y pisqueros no dejan de ir a El Guayabo, se colige pues que el problema no es la producción, sino las fuerzas para un trabajo que requiere de una atención total.

Fundado en 1914 por el italiano Ambrosio Ugarelli Capelli, este espacio llegó a ser el punto de encuentro de presidentes, políticos, diplomáticos y variados personajes de la vida social limeña.

“El vino Ugarelli es muy bueno, tiene textura, aroma; hay que estar supervisando, se requiere de mucha paciencia”, dice Ricardo, dueño, al igual que Elena y José, de historias perennizadas en el fundo.

Solo el tiempo dirá cuál será el destino de El Guayabo, mientras tanto, “hay que seguir, el vino es nuestra vida, nos apasiona”, precisa Elena. Llámalo pura actitud. Visítenlos.

No se arrepentirán.

(GRO).