Fiorella Rodríguez inaugura una serie de visitas especiales a Guargüero, donde reconocidas figuras probarán la experiencia de este restaurante que reinterpreta la cocina peruana con sabor, frescura y cero poses.
Hay lugares que no necesitan alardes para enamorarte. Guargüero es uno de ellos. Escondido en una esquina vibrante de Miraflores, este restaurante tiene una propuesta clara: comida peruana con corazón, sin clichés ni disfraces, pero con mucha personalidad. Apenas entras, sientes que aquí se viene a comer bien, a disfrutar sin apuros y, sobre todo, a reconectar con lo nuestro.
Mi visita fue un viaje de sabor y memoria, un recorrido por platos que saben a casa, pero con un giro fresco y sabroso. Desde la carta hasta el ambiente, todo en Guargüero invita a relajarte y entregarte al gusto. Aquí les cuento mi experiencia, plato a plato:
Lo primero que pedí fue el Mocktail Helena: una mezcla de frutos rojos, cítricos y un toque dulce que refresca y despierta. Ligero, sin complicaciones, ideal para empezar y abrir el apetito.
Después llegó la ensalada La Paz, una grata sorpresa. Camarones al carbón, verduras crocantes y un aliño que balanceaba perfecto lo ácido con lo mostazoso. Fresca, colorida y con ese ahumado que engancha desde el primer bocado.
El plato fuerte fue el piqueo Sobredosis: tres cebiches distintos que eran pura fiesta de ajíes y frescura marina. Rocoto, cocona, ají amarillo… cada bocado tenía personalidad propia. Difícil elegir un favorito, todos jugaban bien juntos y te dejaban queriendo más.
Y el final, mi parte favorita: la Bandeja de antaño con siete postres peruanos. Picarones, turrón, mazamorra, arroz con leche, guargüero… un desfile dulce que sabe a tradición y a sobremesas familiares. Imposible no sonreír con cada cucharada.
Guargüero tiene esa magia de recordarte lo nuestro sin caer en lo típico de siempre. Sales con el corazón contento y el paladar feliz. Para volver continuamente.

