El poeta y traductor Martín Rodríguez-Gaona (Lima, 1969) goza de amplia notoriedad como historiador analítico de la poesía española contemporánea. Editados en dicho país, donde reside hace un cuarto de siglo, son fundamentales sus libros Mejorando lo presente. Poesía española última: posmodernidad, humanismo y redes (2010) y La lira de las masas. Internet y la crisis de la ciudad letrada (una interpretación a la poesía de los nativos digitales) (2019, X Premio Málaga), a los que hoy suma Contra los influencers. Corporativización tecnológica y modernización fallida (o sobre el futuro de la ciudad letrada) (Pre-Textos, 2023, XL Premio Ciudad de Valencia) con cerca de treinta estudios sobre poesía española de mediados del siglo XX hasta la actualidad.
—En La ciudad letrada Ángel Rama, rastreando las dinámicas político-culturales en las urbes coloniales y republicanas, analizó las prácticas del poder para el control del discurso social en Hispanoamérica. En esa misma línea, ¿cuáles son las consecuencias de la transformación de lo literario por parte del entorno electrónico en un espacio como el español?
La consecuencia fundamental sería el proyecto de transformar a la poesía en una rama menor de la industria del entretenimiento, negándole valor como patrimonio histórico y cultura viva, omitiendo sus aspectos formales y estéticos, reduciéndola a mera mercancía. Es por esto que lo corporativo promueve la estandarización del gusto a través de los autores bestsellers, como en el caso de los influencers y los poetas pop tardoadolescentes. De este modo, la asimilación de dichos seudopoetas y su promoción como figuras públicas responde a que la función social del poeta es más necesaria que la propia poesía, según los dictámenes de un mainstream fundamentado en la representatividad aspiracional.
—La poesía, en tanto género, ¿qué características va incorporando desde la oralidad electrónica que asedia a la ciudad letrada?
La carta de legitimación para este nuevo modelo de ciudad letrada, según los intereses corporativos, sería la alfabetización digital que permite crear una identidad electrónica: aquella que busca la viralidad como un indicio de ventas de decenas de miles de ejemplares. Esto supone el predominio de lo iconográfico sobre la palabra, del espectáculo sobre la lectura, de la empatía sobre la solvencia artística. En otros términos, la imposición del populismo sobre los discursos ilustrados y de lo efímero sobre lo perdurable. En consecuencia, todo poeta culto o literario que no se someta a estos principios, sin importar su edad o género, quedará desplazado a los márgenes del circuito comercial e institucional. El o la poeta que busque hacerse parte de lo corporativo, como cualquier otro influencer, debe asumirse como un empresario de sí mismo, gestionándose como una marca.
—En la introducción de Contra los influencers señalas: “La publicidad era un complemento para la escritura; hoy la escritura es un complemento para la publicidad”.
La publicidad es la herramienta primordial para consolidar un mainstream, su fin es la consolidación de tendencias y productos editoriales, diseñados alrededor de personajes carismáticos, como los influencers o los escritores que asumen el papel de figuras públicas o portavoces ideológicos. Prácticas como el hype o el clickbait, propias de la postverdad y lo postilustrado, hacen daño al ecosistema literario, pero también a los propios influencers, mermados psíquicamente por una constante sobreexposición virtual que, en la mayoría de los casos, no impide que sean víctimas de una obsolescencia programada.
—¿Podrías matizar la propuesta mencionando tres poetas de primer orden de los aparecidos en el presente siglo y que estudias como parte de tu corpus?
Me parece que es muy pronto, y muy propio del siglo XX, pensar solo en tres nombres ante la eclosión de propuestas por el crecimiento demográfico y la revolución tecnológica. No obstante, puedo reconocer tres fenómenos que marcarán todo el siglo XXI: la convivencia de lenguajes literarios y transmediales, el liderazgo de la poesía femenina y la consolidación de comunidades de resistencia a través de autores y editoriales minoritarias.
(Paolo de Lima).