Es impresionante la capacidad que tenemos los seres humanos por la ridiculez. No es inusual decir o hacer tonterías. Un buen ejemplo es lo que acaba de sugerir el enésimo abogado del expresidente Pedro Castillo en el juicio que se le viene siguiendo por el fallido golpe de Estado que perpetró el 7 de diciembre de 2022: ha afirmado, sin avergonzarse, que no hay que descartar que no haya sido el mismísimo Pedro Castillo sino una imagen de él, creada por la inteligencia artificial, quien dirigiera el mensaje ordenando el cierre del Congreso, la intervención del sistema de justicia y el inicio del Gobierno de Emergencia Excepcional. Parece un chiste, pero no lo es.
El sentido de dicha extravagante afirmación no es otro que el de seguir generando confusión sobre los hechos, influyendo en la opinión sobre los mismos. Invocar la utilización de la inteligencia artificial busca hacerle creer a la gente que no fue Pedro Castillo, sino una invención de él, quien se convirtió en el más breve dictador del Perú.
Detengámonos en el trasfondo del relato. Según las encuestas que periódicamente se realizan en el país acerca de la actuación de Pedro Castillo como presidente de la República, cada vez hay más peruanos que consideran que él no dio ningún golpe de Estado, sino que fue expulsado arbitrariamente del poder. Algo más de la mitad de los encuestados señala que hubo un complot político, destinado a impedir que un modesto profesor en una escuela rural de la serranía peruana siguiera gobernando. La historia es tan persuasiva que, desde un primer momento, el entonces presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y el actual de Colombia, Gustavo Petro, la asumieron como cierta, y así lo hicieron saber al mundo. De hecho, la actual mandataria mexicana, Claudia Sheinbaum, ha ratificado dicha apreciación.
Hay pues, una perversa combinación de hechos y sentimientos que distorsionan la verdad hasta convertirla en mentira. El fenómeno denota una patología digna del más exhaustivo examen psiquiátrico.
Y es que la verdad, los hechos, son lo que son, no lo que sugieren. La verdad es una, la distorsión de ella, sin embargo, no la convierte en realidad.
El 7 de diciembre de 2022, el expresidente Pedro Castillo dio un golpe de Estado y se convirtió en dictador del Perú. Infringió la Constitución: su permanencia en Palacio de Gobierno era inaceptable. Su mensaje al país, transmitido en vivo y en directo por televisión a nivel nacional, no fue una creación de la inteligencia artificial, sino una inequívoca decisión de concentrar para sí todos los poderes. Ese hecho incontrastable, lesivo a la democracia, tiene una sanción. El juicio en curso se encargará de establecerla.
Que haya expresiones de apoyo a Pedro Castillo en las encuestas, en modo alguno debe interpretarse como la exculpación a un acto imperdonable contra el sistema democrático, si no, en cualquier caso, como una sanción a quienes desde el Congreso siguen acumulando altos índices de repudio.
Siempre resulta indignante confirmar cómo la realidad puede distorsionarse, al extremo de convertir en falso lo cierto y en verdad la mentira.
*Abogado y fundador del original Foro Democrático.