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Asombro. Esa fue la palabra que eligió Gianella Neyra para definir lo que va de 2025. No la dijo de inmediato. Se tomó su tiempo. Dudó. Rió. Reflexionó. “Asombro”, soltó al fin, como si la respuesta le llegara por dentro y no por la lógica. Es un término que le calza bien, no solo al año que transita, sino a ella misma: actriz, productora, madre, compañera, mujer de teatro y de pantalla, ahora también arquitecta de relatos que tocan fibras sensibles.
CONECTANDO CON LA AUDIENCIA
La razón del encuentro es la segunda parte de Soltera, casada, viuda, divorciada, la película que lidera con Patricia Portocarrero, Milene Vásquez y Katia Condos. A Gianella se le escucha ligera pero enfocada: la cinta acaba de estrenarse y el termómetro emocional está al tope. Con más de 50 mil espectadores en su primer fin de semana, la secuela viene superando a su antecesora, pero el entusiasmo de Neyra no se mide por la taquilla: se mide por la identificación del público. “Lo más bonito es que la gente conecte. Que vuelva a ver la película porque se ve reflejada en los personajes”.
Su personaje, una viuda que intenta redescubrirse y recomponer su vida, no es solo un rol. Es una pregunta abierta: ¿qué se hace cuando el mundo cambia sin pedir permiso? “Cada una de las protagonistas representa una etapa distinta. Hay una mujer con hijos que se siente anulada, una divorciada que enfrenta la soledad, una soltera que se enfrenta a una familia ensamblada, y mi personaje que tiene que volver a empezar. Cualquier mujer ha pasado por alguno de estos momentos. Es inevitable sentirse tocada”.
La segunda entrega tiene un matiz distinto. Si en la primera el foco estaba en el apoyo entre mujeres, la comedia y el giro vital, esta va más a fondo. “A veces toca volver a empezar. Curar heridas. Aceptar de dónde vienes y decidir qué quieres cambiar. Todos los días son una posibilidad”, repite, como si fuera un mantra. El público, según los comentarios, lo ha sentido igual: “Una curita al corazón”, escribió alguien.


DOS LADOS DEL SET
Pero para esta segunda entrega, Gianella no está solamente frente a las cámaras, sino que también fue productora. Y lo dice sin rodeos: “Duermo menos, trabajo más, pero me apasiona”. En sus palabras, actuar es meterse en una historia; producir, en cambio, es hacer que esa historia exista. “Como actriz eres una herramienta. Como productora formas parte del todo. Puedes ayudar a que una historia llegue a la pantalla, y eso es hermoso”.
Asumir la producción le ha traído nuevos retos: la logística, los tiempos, la carga mental. “Conciliarlo con ser madre, pareja, actriz, todo eso, es desafiante. Pero también es una felicidad. Trabajar en lo que te gusta, en algo que amas, lo vale todo”.

DESAFÍO COMPARTIDO
Desde esa perspectiva, Gianella tiene claro que el cine nacional está en un momento crucial tras el éxito de varias producciones el año pasado. “No tenemos nada que envidiar a nadie. Tenemos talento, historias, equipos técnicos, paisajes, todo. Pero hay que competir con las plataformas, con la comodidad de quedarse en casa. Por eso hay que recordar que el cine es una experiencia que vale la pena vivir. La canchita, la sala, la pantalla grande. Eso no se reemplaza”.
Y si algo caracteriza su discurso es que siempre aterriza en lo humano. En su familia, en su hogar, en su círculo. “Tu cable a tierra es tu casa. La gente que te abraza, que te conoce sin filtros. Ese abrazo que te sana”. Dice que sin ese apoyo estaría loca. Pero también lo dice con risa. Porque en medio del caos, Gianella ha aprendido a reírse de todo. Y a agradecer. Mucho.
El teatro también ha sido parte de su 2025. En marzo, protagonizó Una semana nada más, obra dirigida por Ani Alva Helfer, que espera reponer pronto. “Fue hermoso. La gente se divirtió, salió feliz. Cuando la historia es buena y el grupo humano lo es también, todo vale la pena”. Y sobre proyectos futuros, se permite ser críptica: hay algo que vuelve, algo que no iban a hacer de nuevo, pero que regresa este 2025. Sin detalles. Por ahora.
¿Cómo define este momento de su carrera? Con agradecimiento. Ha pasado tres décadas actuando, pero siente que sigue aprendiendo. Y eso es lo que busca: aprender, crecer, enamorarse una y otra vez de su trabajo. Y de nuevo asoma el asombro. La actriz está donde quiere estar. En la historia que ayuda a contar. En la sala de cine que comparte con otros. En la casa donde cierran las puertas y empieza lo verdadero. En el asombro diario de seguir amando lo que hace. Y este año traerá aún más sorpresas… aún por revelar.
