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Las últimas
En “Milonga de Manuel Flores” Jorge Luis Borges hablaba de “morir es una costumbre… morir es haber nacido”. La frase se me quedó grabada porque en “Invasión” (1969), una película de Hugo Santiago, con guion de Borges y Bioy Casares, la repiten incansablemente a lo largo de sus más de dos interminables horas.
Conocemos de la muerte desde que nacemos y muy rápidamente aprendemos el carácter efímero de nuestra vida, pero la partida de Elida Román a los 83 años ha dolido demasiado a pesar de una edad que consideran provecta, de su predictibilidad.
La conocí desde que llegó al Perú, teníamos la misma edad y nuestros hijos crecieron y se hicieron hombres juntos. Éramos como hermanos, pero nuestras pasiones nos alejaron durante casi una década y nos reunimos nuevamente a la muerte de Christian, su único hijo. Allí ocurrió la primera muerte de Elida Román.
Es mucho lo que se ha dicho de ella en la última semana, la mayoría hablaban de su actividad como curadora o critica de arte. Elida fue muchísimo más que eso y llegado el momento deberá analizarse su aporte cuando esta turbulencia pase. Por ahora, lo que realmente cuenta es la solidaridad del gremio artístico al que ella tanto dio.
En un país sin memoria, es indispensable el reconocimiento a una mujer a la que debemos tanto todos los que trabajamos, de una u otra forma, en este incomprendido sector cultural. Como muy pocas, ella se encargó de mantener vivo el recuerdo de muchos grandes que partieron y que gracias a ella llegamos a conocer. Estoy seguro –don’t know when, don’t know where*– de que voy a volverla a ver.
*Vera Lynn, canción “We’ll meet again”.