Vino para quedarse | Edición impresa

IV Concurso del Vino Peruano asienta la tendencia de la experimentación con uvas patrimoniales o “pisqueras”.
Alan Watkin, presidente del concurso, plantea beneficios para productores vitivinícolas.

Si nos atenemos a la puntuación, el ganador del IV Concurso del Vino Peruano sería el Alvarado Reyes Blend de Añadas, Cabernet Sauvignon de Viña Los Reyes (88.25), “un clásico limeño de Lunahuaná”, paladea Pedro Cuenca, jefe de cata del concurso. Y el vino, efectivamente, sorprende con una personalidad única para una cepa archiconocida. Pero el futuro y la tipicidad se expresa mejor en su escolta inmediata, el Rosado Quebranta 2022 de Pampas, Ica (88).

Son apenas dos de las 28 medallas de oro que se pueden encontrar entre las 155 muestras presentadas al concurso. Ochenta provienen de Ica, pero la cosecha también es interesante en Arequipa (28), Lima (20) y Moquegua (15) y Tacna (10).      

“La fortaleza del vino peruano está en los blancos y rosados porque el tinto es más complicado”, evalúa Cuenca, cabeza de Peruvino. “Buscas expresión frutal y acidez, lo que manejas bien con buena limpieza de la bodega y manejo de la temperatura”.

Alfredo Bravo, productor de un pisco apreciado como Paca Paca, produce su propio blend para uso personal. Es el mejor que le ha salido, y se llama Taxi. “Si toma vino, tome TAXI”, se lee en su botella.

Algunos ejemplos provienen de Cascas, La Libertad, a 1,255 metros. Hay de Caravelí (1700) y La Joya (1650), botellas de altitud menos frecuente. “En toda la costa sur peruana está la mayor cantidad de bodegas”, explica José Carlos Falconí, director del evento. “Pocos van al pie de cordillera, cuando es lo que ocurre con Chile y Argentina”. Queda pendiente una mayor experimentación con la altura porque, como dice este especialista, “el vino se hace en el viñedo, no en la bodega”.

Pedro Cuenca, jefe de cata, encuentra la fortaleza peruana en blancos y rosados.

Alan Watkin, presidente del concurso que este año se realizó en las instalaciones de la Universidad San Ignacio de Loyola en Lima, destaca que los pequeños productores “están invirtiendo en etiquetas y branding”. El consumo local anual sigue raspando los 3 litros por persona (vino son 250 centímetros cúbicos) pero urge trabajar temas de financiamiento y promoción, de impulso a quienes se animan a trabajar con uvas patrimoniales, antes conocidas como pisqueras, para desarrollar mostos con sabor peruano. “Como lo que se hizo con el pisco en su momento”. Y falta uva porque la granada o la pecana pagan mucho mejor. “Tenemos dos mil restaurantes peruanos en el mundo”, añade Watkin. “Y no es poca cosa”. El círculo de la gastronomía peruana se cierra con el vino. Una gran oportunidad de salida es el año de la cumbre APEC que el Perú celebrará el próximo año. ¿Quién quiere seguir las recepciones con el viejo malbec argentino y el cenizo carmenere chileno? A llenar las copas de negra criolla y blends de quebranta. Acostumbrar los paladares a sabores propios y particulares. Salud.