Santa Cruz, Chile. En el corazón del Valle de Colchagua, un vino ha conquistado el paladar internacional con una Medalla de Oro, pero su historia es mucho más que una premiación. Se trata de una crónica de vida y resiliencia, protagonizada por Gladys Otárola, una economista peruana que, sin planearlo, se convirtió en guardiana de un patrimonio vitivinícola centenario.
Otárola, con una trayectoria de dos décadas en el sector financiero y de seguros en Chile, llegó al país hace 30 años para estudiar una maestría en finanzas. Lo que comenzó como un plan académico se convirtió en una vida. Casada con un peruano, forjó una exitosa carrera en la Federación Internacional de AFP y la academia, hasta que, en 2019, una compra familiar inesperada la puso en el camino del vino.
Un viñedo, un duelo y la fuerza de un sueño
El punto de inflexión llegó de manera abrupta y emocional. La familia adquirió una pequeña viña en Colchagua, con parras de más de 100 años. El plan inicial de Gladys era simple y financiero: arrancar las vides para vender el terreno y rentabilizar la inversión. Sin embargo, tres días después de firmar la escritura, su madre falleció en Lima. El duelo, combinado con la belleza de las parras, la hizo tomar una decisión trascendental.
«¿Cómo voy a arrancar vida?», se preguntó. Recordando las palabras de su madre, quien la animó a emprender algo propio, decidió preservar el viñedo. Bautizó la viña como «Hope Valley» (Valle de la Esperanza), un nombre que no solo honraba la vida de las parras, consideradas un patrimonio nacional, sino que también era un símbolo de su propia esperanza. Esta historia, según Otárola, es un reflejo del espíritu perseverante y apasionado del peruano.

El sabor de la tenacidad: Vinos con corazón peruano
En poco tiempo, su esfuerzo familiar dio frutos. El Gran Reserva Cabernet Sauvignon Doña Yolanda, nombre puesto por su esposo en honor a su madre, ganó la Medalla de Oro en la 29ª versión del Concurso Internacional Catad’Or World Wine Awards, mientras que otros de sus vinos, de la colección Momentos, recibieron medalla de plata. Para Gladys, los premios fueron una confirmación de que «estamos haciendo las cosas bien».
La economista destaca que la clave de la calidad de sus vinos radica en el terroir de Colchagua y en el cuidado de sus parras centenarias, plantadas en 1920. El método de plantación «en ensamblaje» de la época, que mezcla distintas cepas en un mismo viñedo, le da al vino un carácter único y complejo. Para ella, los galardones son el resultado de la tenacidad de una familia peruana que invirtió en Chile y que ahora sueña con exportar a su país de origen.
«Este es un vino chileno, pero hecho con el esfuerzo de una peruana», afirma Otárola a este medio. Su deseo de llevar sus botellas a Perú va más allá del negocio; es una forma de conectar dos mundos: la excelencia vitivinícola de Chile y el boom gastronómico del Perú.

Una mujer en el campo: Empoderamiento y sostenibilidad
Gladys Otárola es consciente de los desafíos que enfrenta la industria vitivinícola, especialmente para los pequeños productores, y está decidida a enfrentarlos. Como Magíster en Finanzas, ha incorporado la sostenibilidad en el ADN de su negocio. Su viñedo ya reutiliza los desechos de la poda como abono natural y busca implementar un sistema de riego tecnificado para conservar el agua.
Su rol como mujer en un sector tradicionalmente masculino es otra de sus luchas. Como miembro de la Asociación de Mujeres del Vino Chile, busca inspirar a otras. “Las mujeres podemos caminar y mascar chicle a la vez”, dice, citando un refrán que vio personificado en las mujeres trabajadoras de la vendimia. Para ella, el éxito no es solo una medalla, sino una demostración de que con pasión, compromiso y perseverancia, no hay límites para lo que una mujer puede lograr.