El despliegue de tres destructores estadounidenses hacia el Caribe, con destino a las aguas próximas a Venezuela, ha encendido las alarmas en la región. Washington lo presenta como un operativo contra el narcotráfico, pero el trasfondo político es inocultable: el gobierno de Donald Trump ha colocado a Nicolás Maduro en la misma lista que los grandes capos de la droga y ha abierto la puerta a que los carteles puedan ser tratados como organizaciones terroristas. El presidente venezolano, por su parte, a hecho un llamado a armar a más de 4 millones de milicianos. Suena a desesperación.
De la lucha antidrogas a la presión política
El envío de los buques de guerra forma parte de una estrategia de interdicción marítima que, oficialmente, busca cortar las rutas de cocaína desde Sudamérica hacia Estados Unidos y Europa. Sin embargo, el énfasis en Venezuela no es casual. La Casa Blanca sostiene que el régimen de Maduro ha convertido al país en un “santuario” para los carteles, articulando una red con participación de altos mandos militares y políticos. En este nuevo marco, la frontera entre narcotráfico y terrorismo se diluye: los carteles, bajo la legislación estadounidense, podrían recibir el mismo tratamiento que Al Qaeda o el Estado Islámico.
Un camino inesperado hacia el derrocamiento
La inclusión de Maduro y su círculo en la categoría de “jefes de carteles” y la posibilidad de catalogar a estas redes como terroristas abre un ángulo inédito: el uso de herramientas legales y militares concebidas para la “guerra contra el terror”. Si se concreta esa narrativa, las fuerzas armadas de EE.UU. tendrían margen jurídico para operaciones más agresivas, incluso contra la propia cúpula chavista. No se trata aún de una declaración de guerra, pero sí de un paso que amplía considerablemente las opciones de intervención.
El tablero regional y los riesgos
La movida estadounidense se produce en un contexto de deterioro económico y social profundo en Venezuela, y de aislamiento internacional de Maduro. Pero también conlleva riesgos: un aumento de la tensión militar en el Caribe, la posibilidad de incidentes navales y la reacción de aliados de Caracas, como Rusia que acaba de mandar al país un lote de 226 mil vacunas contra la fiebre amarilla. La frontera entre “operativo antidrogas” y presión directa para forzar la salida de Maduro se vuelve cada vez más difusa.