Por Gustavo Pozzo di Florianni, especialista en Marketing y Economía del Comportamiento.
¡Caramba, la kombucha! Esa bebida milenaria, ligeramente efervescente y con un toque innegablemente hipster, ha llegado al Perú para quedarse. No solo conquista los paladares modernos o experimentados, sino que está cada vez más cerca de invadir las bodegas de todo el país, compitiendo a nivel nacional. ¿Será este el fin del imperio de las gaseosas? Daniella De Mario, fundadora de Kombucha Perú, nos lo cuenta.
Esta bebida fermentada, originaria de China, se ha convertido en el nuevo elixir de la vida, al menos para aquellos que buscan alternativas naturales y funcionales. Y en un mundo post-pandemia, donde la salud se ha vuelto una obsesión, esta bebida, con sus probióticos y su aura de bienestar, brilla con luz propia. Daniella, continuando con una tradición familiar que ha pasado de generación en generación, lidera esta revolución.
Pero el camino al éxito no está pavimentado con SCOBYs. La falta de regulación en el Perú dificulta el registro sanitario de la kombucha, obligando a productores como Daniella a navegar en un mar de incertidumbre legal. Y como si fuera poco, persisten los prejuicios. “Es cosa de hippies”, susurran las malas lenguas.

¡Qué falta de visión! ¿Acaso solo los que practican yoga y usan pantalones de lino pueden disfrutar de los beneficios de la kombucha? Daniella, con la pasión de una predicadora, se encarga de desmentir estos mitos. Kombucha Perú no solo produce una bebida deliciosa, sino que también colabora con agricultores cusqueños, revalorizando el té peruano y fomentando la economía local.
Maracuyá, guayaba… la kombucha se adapta al paladar peruano con la gracia de una bailarina de salsa. Y el mercado, mis queridos lectores, está que arde. En Latinoamérica, este elixir probiótico movió 322.95 millones de dólares en 2024, y se proyecta un crecimiento anual del 22.80% hasta 2034. ¡Un tsunami de kombucha se avecina!
Así que, la próxima vez que vean una botella de kombucha en el supermercado, no la miren con desconfianza. No piensen en hipsters barbudos ni en experimentos científicos fallidos. Piensen en Daniella De Mario, en los agricultores cusqueños, en el sabor a maracuyá (o los que quieran) y en un mercado que promete millones y nos ayudaría como marca país. Piensen, sobre todo, en su salud. Después de todo, ¿quién dijo que lo saludable no puede ser delicioso… y ligeramente efervescente? Arriésguense, prueben la kombucha. Y si no les gusta, siempre podrán decir que lo intentaron. Pero, ¿y si les gusta? Entonces, bienvenidos al club. El club de los que, como yo, hemos caído rendidos ante los encantos de esta bebida milenaria. ¡Salud!