En un rincón tranquilo de Lince se encuentra El Granero de Lima, un local dedicado a la venta de productos orgánicos y naturales que está revolucionando la forma de comprar de muchos capitalinos.Inaugurado en 2019 por los esposos William Felipe y Majo Sánchez, arquitecto y educadora respectivamente, este negocio nació de su interés por promover una alimentación más consciente y saludable.
“Queríamos que la gente pudiera comer mejor”, comenta Majo. Sus paredes, impregnadas de la filosofía de la tienda, proclaman a viva voz los beneficios de optar por productos a granel: “Lleva lo que necesites y evita desperdicios. Reduce envases y empaques necesarios. Apoya el comercio y economía local. Apuesta por una dieta más variada y nutritiva”. Una propuesta difícil de resistir en estos tiempos, sobre todo cuando cada vez más se advierte el peligro sanitario de los pesticidas presentes en productos que consumimos cotidianamente.
Sus estantes muestran productos 100% peruanas y libres de químicos: desde harinas integrales de trigo cajamarquino hasta hierbas aromáticas de Huancavelica, pasando por vinos, quesos y aceite de oliva de pequeños productores. No obstante, como indica su nombre, lo que más destaca es la venta de legumbres.
Otra particularidad es la amplia variedad de hierbas para infusiones que ofrecen, muchas de ellas con nombres bastante peculiares. Se pueden encontrar mezclas tan creativas como “Bosque Rojo” a base de hojas de frambuesa, frutos rojos, jamaica y canela o “Tarde de Primavera” con hierbabuena, jamaica, piña y aguaymanto. Incluso tienen una denominada “Good Vibes” hecha de hoja de coca, moringa, limón, naranja y caléndula. Mezclas explosivas que despiertan la curiosidad de propios y extraños.
Pero lo que diferencia a El Granero de Lima de otras tiendas orgánicas es su propuesta de humanizar cada producto, conectando a los consumidores con las historias detrás de ellos, además de apostar por el comercio justo. “Viajamos a Cajamarca antes de abrir y conocimos a los agricultores, vimos cómo siembran el trigo en laderas”, describe entusiasmado William. “Nos interesa que la gente sepa de dónde vienen realmente los alimentos que consume”.
De esta manera, detrás de cada costal de legumbres o frutos secos late el espíritu de cooperativas campesinas, la sabiduría de las técnicas ancestrales y el amor a la tierra.
Destaca además, la creatividad de sus fundadores para inspirar a sus clientes, compartiendo en redes sociales recetas innovadoras sobre cómo sacarle el máximo provecho a cada producto. “La gente prueba en casa y después nos cuenta sus experiencias”, comenta Majo. Una forma de generar sentido de comunidad entre sus asiduos clientes. Además, esta plataforma sirve para mostrar productos poco conocidos en la capital, como el maíz morado molido, empleado para hacer api, una bebida tradicional del sur del país.
Su objetivo es demostrar que otra forma de consumo es posible, una donde prime la consciencia sobre el origen de los alimentos que llegan a nuestra mesa y el impacto que generan en las comunidades productoras y el medioambiente. Un concepto que ha calado en sus clientes, convirtiendo a esta pequeña tienda en un referente.