Logística bélica: el conflicto entre Estados Unidos y Venezuela por Justo Carbajal | OPINIÓN

Logística bélica y estrategia: la tensión Estados Unidos – Venezuela.

por Justo Carbajal

Escribe: JUSTO CARBAJAL AGUIRRE

Estados Unidos ha logrado desplazarse alrededor de 1200 kilómetros para llegar frente a la costa venezolana. Si bien pocas veces se ha puesto de relieve cómo la logística influye en la estrategia militar, en un contexto tan geopolíticamente complejo, es vital dar a conocer aspectos específicos de los desplazamientos, analizando la planificación, los tiempos y, desde luego, la eficacia de estas medidas.

Y es que hablar de logística bélica en pleno siglo XXI significa hablar de engranajes que sostienen la maquinaria de guerra, incluso en contextos donde todavía no estalla un enfrentamiento abierto.

Estados Unidos ha enviado tres destructores dentro de un esfuerzo declarado contra los cárteles de la droga que transportarían sustancias a través de submarinos –grupo denominado Cártel de los Soles– el cual estaría liderado por el presidente Nicolás Maduro. Así la escena geopolítica del Caribe ha vuelto a acalorarse. Y este marco importa porque condiciona la logística, ya que esta, bien realizada es capaz también de proyectar poder, disuadir y asegurar acciones si la escalada lo exigiera.

DESPLAZAMIENTOY PRESENCIA MILITAR

Los buques rara vez navegan en línea recta, sino siguen rutas marítimas seguras y geopolíticamente estratégicas. Así se enlistaron más de 4500 marineros y 2200 infantes de marina a bordo de los buques USS San Antonio, USS Fort Lauderdale y USS Iwo Jima.

Si partieron de Virginia, los buques pudieron bordear las Bahamas y luego descender hacia el Caribe oriental, lo que elevaría el recorrido real a unos 2800 – 3000 km. Desde Puerto Rico, la ruta hacia la costa venezolana es más directa, con un desplazamiento estimado de 1000 – 1100 km.

El desplazamiento se realiza bajo protocolos que buscan, por un lado, mantenerse dentro del marco legal internacional (aguas internacionales) y, por otro, demostrar capacidad de presión sin cruzar la línea roja de una invasión directa.

Aunque el trayecto varía según la fuente, el patrón es claro: se movieron escoltas de alta gama que pueden negar espacios, dar defensa antiaérea a otros buques y actuar como nodo de mando. Para un lector logístico, esto significa altas tasas de consumo (combustible, piezas, víveres) que exigen reabastecimiento continuo en la mar por parte de la Military Sealift Command.

La capacidad de reabastecimiento en marcha es el corazón del modelo: sin tocar puerto (y sin depender de permisos políticos), los escoltas mantienen presencia persistente justo fuera de las 12 millas náuticas de mar territorial venezolano. Es la diferencia entre un gesto efímero y una señal estratégica sostenida.

Se sabe que el conjunto de buques de guerra de la Marina de EE. UU. cuenta con hospital, talleres, almacenes, combustible y municiones, lo que reduce la huella en tierra, simplifica la protección de la fuerza y evita la diplomacia de base en países sensibles. De todos modos, en el desplazamiento logístico se da el uso de bases en el Caribe. Puerto Rico y las Antillas Neerlandesas funcionan como plataformas logísticas. Desde allí se reabastecen buques y se realizan operaciones de mantenimiento.

Cabe señalar que Estados Unidos no mantiene siempre a los mismos buques en el área. En su lugar, realiza rotaciones constantes que permiten refrescar la flota sin interrumpir la presencia. Esto exige una logística compleja de relevos, abastecimientos y mantenimiento. La reducción de dependencias en tierra, el reabastecimiento en el mar y la instalación militar para aviación hacen que la presencia sea un sistema: disuasivo, flexible, escalable.

SINCRONÍA ENTRE ESTRATEGIA Y DESPLIEGUE MILITAR

El caso de Estados Unidos y Venezuela es un ejemplo claro de cómo la proyección de poder no depende únicamente del músculo militar, sino de la planificación logística sincronizada que garantiza la llegada de hombres, equipos, suministros y embarcaciones al lugar exacto, en el momento preciso.

Cada despliegue de portaaviones, destructores o unidades de la Marina en aguas internacionales no es improvisado, sino producto de meses de preparación que involucran a múltiples agencias: desde el Comando Sur hasta la Marina, la Fuerza Aérea y los aliados regionales.

Estados Unidos ha recurrido a distintas clases de embarcaciones, cada una con un rol específico en el teatro caribeño, de los que destacan, por ejemplo, los destructores clase Arleigh Burke, porque son altamente versátiles y ya se han desplazado al Caribe en varias ocasiones. Al estar equipados con el sistema Aegis, tienen misiles y capacidades antisubmarinas, lo que los convierte en una pieza clave combinando defensa y ataque en un mismo casco.

También están los buques de combate litoral. Estos ya se han empleado en operaciones cerca de las costas venezolanas, especialmente porque son embarcaciones rápidas y diseñadas para operar en aguas poco profundas. Esa condición les permite una mayor flexibilidad en escenarios como el Caribe.

Ahora bien, aunque los portaaviones no siempre han estado presentes en la región, la llegada del USS George Washington o el USS Theodore Roosevelt sirven de recordatorio de la capacidad expedicionaria de Estados Unidos. Dan un mensaje directo de superioridad militar.

En las últimas horas del cierre de este artículo, Guyana fue el primero en expresar su apoyo a la iniciativa estadounidense, comprometiéndose a colaborar con socios bilaterales y a respaldar acciones regionales para desmantelar redes criminales. Le siguió Trinidad y Tobago que, a pesar de sus buenas relaciones con Venezuela, anunció que su gobierno también apoyaría a Estados Unidos si el régimen de Maduro ataca o invade territorio guyanés.

Francia también ha mandado refuerzos al Caribe en el marco de la lucha contra el narcotráfico, precisamente en Guadalupe, su territorio de ultramar. Y Paraguay ya ha pedido a sus ciudadanos no viajar a Venezuela debido al alto riesgo e inseguridad que vive el país.

Países como Estados Unidos cuentan con una logística capaz de sostener un amplio abanico de opciones estratégicas, desde intervenciones puntuales hasta operaciones de gran escala. Y lo interesante es que esta capacidad de organización resalta aún más las debilidades del aparato venezolano, pues mientras Washington moviliza recursos y personal con precisión quirúrgica, en Venezuela aún no logran que sus ciudadanos se sumen voluntariamente a las filas militares, lo que parece reflejar el desgaste de un proyecto sin apoyo real.

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