CARETAS visitó un albergue financiado por la empresa La Joya Mining en Arequipa, destinado a acoger a 60 niños víctimas de la minería ilegal. Su fundador, Robin Kathuria, inglés de nacimiento y arequipeño por adopción. Llegó al Perú como mochilero en 2004, enseñó inglés por 7 soles la hora, y terminó liderando una planta minera comprometida con la legalidad y el impacto social. “He recorrido el país y trabajado con mineros que hoy considero mi familia”, afirma. “Soy esposo de una peruana, padre de hijos nacidos aquí, y me siento un peruano más”. Kathuria defiende el rol de la pequeña minería legal: motor de desarrollo en zonas olvidadas y parte esencial de la identidad cultural. Solo en Arequipa, más de 100 mil personas viven de esta actividad. A diferencia de la minería ilegal aluvial, devastadora y criminal, la pequeña minería opera en vetas de alta ley, cumpliendo exigencias ambientales, tributarias y laborales. “No es minería informal ni criminal. Es trabajo heredado, arraigado y honesto”, señala. También desmiente cualquier competencia con la gran minería, enfocada en otros minerales, escalas y tecnologías. “No buscamos reemplazar a nadie, solo que nos dejen existir y aportar”.
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