A mediados de 1966, Mario Vargas Llosa –ya consagrado por La ciudad y los perros y La casa verde– inicia su colaboración estable con CARETAS. En ese momento, la revista se encontraba en expansión y el novelista, en plena búsqueda de una voz intelectual que incluya y trascienda el ámbito literario. Su firma aportó una mirada cosmopolita y polémica, y ofreció un registro único de sus años de tránsito ideológico. Entre la utopía revolucionaria y su temprana conciencia crítica, se esbozaba el contorno del escritor que décadas después sería Premio Nobel.
Y hay que decir “colaboración estable” porque Vargas Llosa ya había publicado en mayo de 1960 en CARETAS un despacho sobre un homenaje en París al poeta peruano Cesar Moro, fallecido cuatro años atrás.
Suscríbase al contenido
Esto es material premium. Suscríbete para leer el artículo completo.