Por: Cristina Dreifuss, Decana de la Facultad de Arquitectura y Diseño – UPN
Cuando nos enfrentamos a una estructura existente, la decisión entre demoler y construir una obra nueva o rehabilitar lo existente, tiene profundas implicaciones económicas, ambientales y sociales que a menudo se subestiman.
Desde una perspectiva económica, la reutilización de edificios ofrece ventajas significativas que frecuentemente pasan desapercibidas en los análisis superficiales. Mientras que la demolición puede parecer inicialmente más sencilla, los costos asociados con la disposición de residuos, el transporte de materiales y la nueva construcción pueden superar significativamente a los de la rehabilitación. Un edificio existente ya cuenta con una infraestructura establecida, conexiones a servicios públicos y una estructura básica que, en la mayoría de los casos, puede adaptarse a nuevos usos con inversiones estratégicas.
Desde la perspectiva ambiental, el impacto es aún más significativo. La demolición de edificios genera aproximadamente el 40 % de todos los residuos de construcción en países desarrollados, y la producción de nuevos materiales de construcción representa cerca del 11 % de las emisiones globales de CO2. Cuando reutilizamos un edificio, preservamos lo que los expertos llaman “energía incorporada”, es decir toda la energía que se utilizó para extraer, procesar, transportar y ensamblar los materiales originales.
Un edificio típico de oficinas de tamaño medio contiene energía incorporada equivalente al consumo anual de energía de 200 hogares. Demolerlo no solo desperdicia esta energía, sino que requiere energía adicional para la demolición y la construcción nueva. La reutilización, por otro lado, conserva esta energía incorporada y requiere significativamente menos materiales nuevos.
El aspecto ético de la reutilización de edificios va más allá de las consideraciones ambientales y económicas. Los edificios son repositorios de memoria cultural y colectiva. Cada estructura cuenta una historia sobre la comunidad que la construyó y las generaciones que la han habitado. La demolición indiscriminada, como lo que sucede hace décadas en barrios emblemáticos de Lima, erosiona este patrimonio cultural y debilita el sentido de lugar y continuidad histórica que es fundamental para la cohesión social.