Para Conocernos Mejor

Desde hace 27 años la Alianza Francesa de Lima nos tiene acostumbrados a encontrarnos con las distintas alternativas de la producción artística del país, a través de su concurso “Pasaporte para un Artista”. No estoy de acuerdo con muchos de sus procedimientos, pero debo admitir que este es nuestro mejor concurso y que los resultados permiten descubrir a muchos artistas que, de otra manera, no hubiéramos podido conocer debido a los modos de interacción entre creadores y consumidores de arte en el Perú.

por asistentemk

Considero que los resultados de este año han sido superiores a los de anteriores versiones por distintas razones, entre ellas las formas de enfrentar nuestra contemporaneidad, en algunos casos con lenguajes propios de nuestra tradición andina y selvática. Destacan el alto nivel logrado, su relación directa con nuestra realidad y la carga ideológica de casi todas las propuestas. Muchos consideran un sesgo del concurso haber seleccionado a ocho mujeres y tres hombres. No estoy de acuerdo. Ellas hablan de sus cuerpos y del entorno social. Son aguerridas y contestatarias. Ellos, en cambio, son vulnerables, oscilan entre la búsqueda de la identidad, la idealización de la nostalgia o de una lucha de clases que aún permanece latente. Este año, de manera excepcional, se han seleccionado a once finalistas y se ha entregado un premio y dos menciones honrosas. Sin embargo, conozco a muchos artistas, que considero extraordinarios, que han quedado fuera, porque obviamente no todos pueden entrar. Por eso considero impostergable que el concurso se expanda y sus resultados se exhiban en un espacio más amplio –digamos el MAC– permitiendo que el número de finalistas pudiera hasta triplicarse dependiendo de la sala a disposición. El problema con el CCPUCP son sus dimensiones y las dificultades de su espacio. Once finalistas son demasiados y eso se aprecia en el montaje. Hay un desequilibrio en las instalaciones, especialmente en la de Emperatriz Plácido, a la que se debe mirar desde fuera o la de Patrick Murayari que se fusiona con la de Maita y vuelve todo confuso, y así… Guslagie Malanda, la curadora francesa que trabajó con los seleccionados debió planificar mejor la ubicación de sus obras. Ella propuso “Altamente sensible” como tema de este año, pero si uno acude a Google verá que el término se puede aplicar prácticamente a cualquier cosa. Todo artista tiene la inteligencia visual necesaria para sustentar su obra adaptándola al tema propuesto y ningún curador lo podrá rebatir.

El óptimo jurado femenino estuvo integrado por Karin Elmore, Gabriela Germana, Natalia Iguiniz, Carla Salazar, Agregada Cultural de Francia,

y una representante del Institut Francais, pero, lamentablemente, las bases del concurso traen consigo una trampa imposible de solucionar. Hay por lo menos tres obras de inobjetable sustentación pero cuyos resultados físicos son inaceptables. Son desbalances inevitables mientras el punto de partida sea el concepto, aunque creo que vale la pena asumir el riesgo.

Violeta Quispe es la ganadora. Sintomáticamente, es la única que no tiene estudios especializados en Instituto o Universidad. No los necesita.

Su obra es portentosa y tiene la magnífica tradición de Sarhua que reemplaza a la teoría. Posee además un espíritu comunitario que la lleva a luchar a favor de aquellos grupos

marginados por razones de raza, clase y género. Su obra basada en las llamadas “prácticas culturales” del paso de niña a mujer es la crítica más audaz que hayamos visto sobre estas circunstancias en el Perú. Tiene un valor adicional que considero de extrema importancia: no sacrifica las formas del arte para dar prioridad al contenido político. Todo lo contrario. Ella

utiliza rigurosamente el arte popular más arraigado para manifestar la carga ideológica de ser mujer en el Perú.

L. Emperatriz Plácido San Martín, mención honrosa. Estudió en la Católica y al igual que Violeta

Quispe es una luchadora social. Ha sido fundadora de los proyectos de justicia social para personas Trans, No binarias, Lesbianas, Maricas y Bisexuales racializadas “Rosa rabiosa”

y “Cabritas resistiendo”. Su instalación “No voy a morir para que otros vivan” se compone de símbolos que aprendió de su entorno para fortalecer los cuatro planos de su cuerpo

–espiritual, físico, mental y emocional– ante la violencia estructural.

Ella une la alfombra de flores – Tarma, Guatemala, México…– con elementos de la santería originaria de la diáspora africana en América Latina.

Esos mazos de carta sobre la mesa vieja, el sol y la luna en pan de oro y plata sobre la pared azul purpúreo del fondo, los calados laterales y los dedos de la mano con prolongaciones de velas nos transportan a un mundo ajeno a la realidad occidental.

Para la artista, lo corporal es “análogo a la distribución de la vida en cuatro estados de la materia: fuego, tierra, aire y agua”, lo que permite relacionarla con prácticas extendidas en

múltiples tradiciones. En otro siglo, en otra galaxia, me ha tocado verlo de distintas formas

en santerías dominicanas y en ceremonias de vudú en Haití. Similares simbologías, herencia de los esclavos traídos por los franceses a esas costas, hicieron traumáticas mis experiencias.

Por razones vivenciales, la propuesta me ha impactado profundamente.

Patrick Murayari Wesember recibió la otra mención honrosa. Estudió en el Centro de la Imagen y vive en Iquitos donde ha merecido numerosos premios nacionales e internacionales.

Si bien su participación es con un solo video (Radiografía de la identidad amazónica: Una mirada íntima a las heridas poscoloniales en la selva peruana) su trabajo se enriquece con una instalación con dos proyecciones.

En ellas opone la ideología de un hombre en busca de su identidad, frente a la agonía de su abuela, y en el centro, sobre un pedestal, un cuaderno con una carta a su madre. Es la única obra en la que se puede evidenciar una mirada desde la masculinidad al hecho de vivir en la selva, y sus relaciones con la sociedad, la familia y la naturaleza. En suma, ¿Qué es ser hombre en el Perú?

Es difícil no sentirse conmovido por las frases que Mayauri va recitando en un video de largos planos, haciendo que la palabra otorgue sentido a las imágenes para permitir la reflexión del

espectador. No recibieron premios Sofia Nakasone ni Andrea Tapia, pero sus participaciones son tan extraordinarias que cada espectador se encargará de llevarlas en la memoria. No hay mejor premio que ese. Gracias.

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