En el N° 120 de la Av. Jorge Chávez y con una espectacular vista al Puerto del Callao, está el restaurante Cabos. El lugar tiene una propuesta sustentada en la frescura de los productos del mar peruano y la exquisita carta que merece ser probada en toda su variada y amplia extensión.
Frente al concepto, y como capitán de este barco, está Diego Sorni acompañado de los chefs Verónica Ramos y Luis Bernal. Juntos presentan un menú muy creativo y sabroso. Sugiero comenzar con los ceviches o los tiraditos. Los cortes son impecables y perfectos para arrancar con el festín, pero, si eres de los que prefieren algo caliente, la parihuela es un lujo: un caldo suave que acompaña la mejor selección de mariscos. Es delicioso y muy reconfortante si sientes mucho frío.
La corvina a la parrilla con arroz norteño es de mis favoritos. La cocción del pescado es mágica y la textura de ese arroz meloso es memorable. Este plato se completa con dos conchas de abanico cocinadas en su punto.
El ambiente del restaurante es cómodo y la terraza muy agradable, aún en la temporada de invierno, porque en el Callao siempre hay una rica resolana. Para la celebración de los 15 años, el restaurante fue remodelado y quedó un ambiente espacioso que cumple con los estándares de los mejores restaurantes de la ciudad.
Siguiendo con la carta, es imposible no hablarles de la causa con pulpo al olivo. Es un plato de esos que te manchan la camisa y el bigote. La salsa se mezcla con la papa y te acaricia el paladar. Cuando la probé volví a pensar en que Dios existe y es peruano. Por esta causa o la de langostinos escabechados me convertiría en un fiel miliciano.
La chef Verónica Ramos, chalaca de nacimiento, me contó que se toman su tiempo para revisar la carta y para reinterpretar los platos tradicionales con la intensión de sorprender a los comensales. Tuve la suerte de visitarlos uno de esos días de mucha creatividad y probé un plato con pescado, sandía y mango que me encantó y espero que ya esté en la carta porque es interesantísimo.
Los postres están a la altura. El volcán de chocolate es el más solicitado y al igual que el pudin con Butterscotch, el pie de pecanas o los profiteroles son ideales para compartir. Además todos vienen acompañados con una generosa bola de helado de vainilla.
En mis dos últimas visitas conversé por largo rato con los chefs y quedé muy complacido con la mística y entrega con la que hacen su trabajo. Es un lugar con mucha alegría y una energía que llega en cada plato hasta la mesa. Es un restaurante que está construido con sueños muy particulares que se juntaron para complacer a otros que como yo disfrutamos de cada bocado. Aquí la gente termina de comer contenta, desde el turista que llega por casualidad, pasando por los ejecutivos que trabajan en las empresas cercanas, hasta las familias que aprovechan la extensión de la Costa Verde para darse un salto hasta allá sin tener que sufrir en el tráfico. Vayan tranquilos y no tenga temor de probar cualquiera de los platos. Yo estoy seguro que por ahí no hay cabos sueltos.