Me atrevo a decir que este noruego emprendedor de las telecomunicaciones se convirtió en panadero por amor. Su esposa, una apasionada del pan, no lograba encontrar en Lima uno que llenara sus expectativas. Algunos le parecían muy ácidos, otros muy duros o con la miga muy abierta, en fin, ninguno se semejaba al pan de sus sueños.
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