De los realizadores peruanos a los que no hay perder de vista: Josué Méndez. Méndez posicionó su nombre en el imaginario cinematográfico peruano con Días de Santiago (2004), su primera película. Méndez, director de teatro también, sabe bien que la configuración moral de los personajes, resulta esencial. En esta ocasión, Méndez presenta su último trabajo: El caso Monroy, en donde destaca el actor mexicano Damián Alcázar, cuyo personaje Ronnie Monroy vendría a ser la metáfora de los pliegues y contradicciones de aquello ausente hoy en casi todas las artes y que esta película explora/eleva: la dimensión humana. Sobre esta película y otros aspectos relacionados con el cine peruano, Méndez conversa con CARETAS.
—El caso Monroy se inspira en el libro de no ficción Día de visita de Marco Avilés.
La película está inspirada sobre todo en una crónica del libro de Marco Avilés, “Ronnie Monroy las ama a todas”, del cual tomo el personaje principal, Ronnie Monroy. Las demás historias siguen, en parte, con temas que están en el resto del libro de Marco, pero sobre todo están inspiradas en internas que conocí en la adolescencia cuando visitaba a una tía que estaba en Santa Mónica, mezclado con la investigación que hice junto a Marco, que también conocía a internas, conocía a personas.
—Cuando se habla de “caso”, ya hay un enfoque judicial o policial, hay anuncio del curso temático de la película. ¿Cómo se llegó al cambio de título?
El título fue cambiando a medida que avanzábamos con el proceso de edición. Me di cuenta de que la película realmente trataba sobre otras cosas y lo que estábamos haciendo era una deconstrucción de esta estructura legal, de esa estructura del poder judicial y al ser así nos funcionaba mejor un título de alguna manera más analítico, como si estuviéramos viendo o estudiando un caso legal. Por ahí vino la idea de cambiar el título.
—Has desarrollado una trayectoria entre el teatro y el cine, y en ambas un factor indiscutible: la actuación. Te lo comento porque no había actor más preciso para Monroy que Damián Alcázar. En este sentido, ¿qué rasgo o cualidad hizo que apostaras por él?
Qué gusto que sientas que Damián era perfecto para este personaje porque efectivamente nosotros teníamos la misma sensación. Creo que Damián es uno de los actores latinoamericanos que mejor maneja ambos registros, el registro de la comedia y el registro del drama. Sabía que queríamos transitar entre la comedia y el drama, entonces necesitábamos un actor que trabaje bien ambos registros. Es una gran ventaja tener a alguien tan capaz, que también nos daba la oportunidad de irlo explorando en el rodaje y grabar escenas con distintas opciones en las que llevábamos las escenas entre el drama y la comedia.
—Monroy revela una realidad: hombres que se dedican a sacar provecho de las internas de las cárceles. En este sentido, ¿cómo le diste rasgos de humanidad a este personaje: hace cosas malas (pide que las internas cumplan su deseo por la ayuda brindada) pero no es del todo una mala persona (pienso en la escena donde se niega a matar a una familia en su casa)?
Si investigas una conducta a profundidad, te das cuenta de que nadie es intrínsecamente malo o intrínsecamente bueno, creo que todos tenemos impulsos que llevan hacia algo constructivo, positivo, pero también tenemos impulsos que llevan hacia cosas negativas, destructivas. Eso es justamente lo que nos hace humanos, esa dualidad, esos contrastes, esos matices y en este personaje, Monroy, justamente eso era lo que me intrigaba de su conducta porque las cosas que hace son llevadas por impulsos muy humanos que todos sentimos, solo que él los lleva a la acción, los lleva a cabo y eso es lo que te da el cine: la posibilidad de ver a alguien así, ves esa conducta que se revela y al verla te dice algo, en el mejor de los casos sobre la condición humana, sobre lo que es ser nosotros y ser seres contradictorios. Por ello, lo que me interesaba mucho de este personaje era explorar a alguien que pueda convertirse en cómplice de una estructura de un sistema judicial que abusa, pero al mismo tiempo no es evidentemente malo. Lo interesante es explorar ese tipo de persona que abusa de poder pero que al mismo tiempo puede ser tierno porque muchas veces las personas que abusan se presentan de esa manera, si se presentaran malos de entrada no lograrían su cometido. Justamente logran su cometido porque se presentan de una manera encantadora. Esa contradicción en el personaje era lo que nos interesaba, no cómo alguien que nos parece bueno, hasta tierno, puede convertirse en un cómplice dentro de un sistema de abuso y ser el mismo una persona que abusa del poder que tiene.
—En El caso Monroy no hay buenos ni malos.
Reducir una conducta o a una persona a que sea mala o buena es algo bastante plano. Yo por lo menos trato de escaparle a esa simpleza de presentar personajes buenos o malos. Me interesa explorar la conducta, me interesa entender por qué las personas hacen lo que hacen y estos personajes de las internas tienen conductas muy interesantes que intrigan. Lo que quería era explorar ese aspecto: todas hacen cosas buenas y cosas malas, todas están impulsadas por necesidades que urgen cumplir, lo que las lleva a veces actuar en su desesperación, en su vehemencia por lograr sus objetivos, al margen de lo que la sociedad pueda establecer. La película busca desmenuzar esta estructura judicial en la que las personas más frágiles, las personas que no tienen apoyo legal, que no tienen dinero, son las que pagan pato y el resto de personas en este entramado solo buscan sacar su tajada, no encontrar realmente justicia ni llegar a la verdad sino simplemente sacar su tajada y que las personas en estado de fragilidad paguen.
—Son personajes distintos, pero hay lazos entre tu protagonista Santiago de tu primera película y Monroy. ¿El desarraigo existencial llama tu atención?
Seguramente hay lazos entre los personajes de mis películas, la verdad que no lo he analizado, pero después de todo, es la misma persona quien ha escrito y dirigido las películas. Entonces, definitivamente, tiene que haber lazos entre los personajes de mis tres películas, pero como digo: no he hecho el análisis de ello, simplemente salen todos desde la misma sensibilidad, desde mi manera de ver a los personajes, de mi manera de contar historias.
—Inevitable no preguntarte por el Proyecto de Ley de Cine presentado por la congresista Adriana Tudela.
Mi posición frente al Proyecto de Ley de Adriana Tudela: es un proyecto que no debe pasar, creo que tiene varios problemas de fondo y de forma. Por un lado, el hecho de que haya sido presentado a espaldas de la comunidad cinematográfica y que incluso ahora que saben que estamos contra el proyecto, perseveren en su idea, me parece que lo desvirtúa. Por otro lado, creo que tiene muchas incoherencias, está hecho desde un desconocimiento absoluto de la industria del cine peruano. Estas personas no conocen de cine peruano. Yo creo que ni siquiera ven cine peruano y confunden muchos términos, muchos conceptos. Han hecho un Proyecto de Ley que mezcla cosas que no tienen por qué mezclarse, que omite cosas que ya están avanzadas en la ley actual que tenemos. Creo que es un proyecto que no funciona, que no ayuda en nada a la comunidad cinematográfica. Todo lo contrario: desanda el camino que hemos avanzado en los últimos años y sería perjudicial que se convierta en ley.
—¿Qué te gusta más del cine peruano que se está haciendo?
Algo que ha sido muy alentador en el cine peruano, desde hace varios años, es la diversidad que existe. Esto es algo que no existía antes, cuando yo era más joven se hacían muy pocas películas peruanas y la gran mayoría eran películas con una carga social muy fuerte, pero luego con la siguiente generación, surgieron películas de otros géneros. Se empezaron a hacer comedias, empezaron a hacer películas de terror, de animación y de pronto surgió una diversidad que nunca había habido en el cine peruano. Luego arranca lo que llamamos cine regional, que es el cine que se hace fuera de Lima y que poco a poco fue creciendo. Hoy en día me parece que ha llegado a un nivel que supera al cine que hacemos en Lima. Entonces para precisar la respuesta a tu pregunta, lo que más me gusta del cine peruano actual es su diversidad: que se hagan películas de todo tipo de géneros, que podamos ver películas que son taquillazos y también ver películas con una ambición artística formal que ganan premios en el extranjero. Creo que tenemos un cine peruano que está encaminándose a ser en algún momento industria saludable en la que se produzcan un número importante de películas, porque ya hemos llegado a las 70 películas al año, que es un número bastante significativo. Estamos hablando de que en promedio ya es más de un estreno peruano a la semana. Eso es muy importante de reconocer y de defender.
(Gabriel Ruiz Ortega)