Por: Gabriel Ruiz Ortega
El maestro José Malsio Montoya fundó en 1957, junto a músicos peruanos y extranjeros residentes en Lima, la Orquesta Filarmónica de Lima, pero recién en 1960 ofrecen su primer concierto por la reinauguración del Teatro Segura. Esta OFL duró hasta 1968. En 1994, el maestro Miguel Hart Bedoya y la Asociación Cultural Renacimiento la refundan, pero en 1998 la administración pasa a la Universidad de Lima, cambiando de nombre a OF de la Universidad de Lima. A partir de 2016, la OFL vuelve a las gestiones (convocar/seleccionar músicos, por ejemplo), en 2022 a los ensayos y este 2023 lanzaron su primera temporada. Visto de cerca y de lejos, la OFL ha sido intermitente desde 1957. Esto lo sabe muy bien Joham Rosel Mendoza, en quien recae la dirección de la tercera etapa de esta importante institución cultural.
—¿Cuál es el principal objetivo de su gestión?
Lo que busca esta tercera etapa es sostenibilidad. En 1994, la OFL estaba considerada entre las mejores filarmónicas de Latinoamérica y este sería el momento para regresar a esos puestos. Es difícil, no tenemos auspicios, los directores sí lo tienen gracias a las embajadas de sus países. Por eso hemos empezado en un formato clásico, pequeño, con pocos instrumentos y músicos. Con esta conformación hay repertorio que nunca se ha hecho en Lima.
—¿Ya están cuajados musicalmente?
Las orquestas son como organismos que se construyen en el tiempo. Necesitan madurar para tener un sonido propio, buscar eso nos ha llevado todo el 2022 y lo seguiremos buscando. Buscamos ser una orquesta con color específico. Lo que hemos tocado en estos cuatro conciertos del año, es un repertorio que nos pertenece como orquesta orgánica.
—¿Cómo afrontan estos tiempos difíciles?
La gente no está yendo con la afluencia que se espera. Tener tres cuartos de teatro lleno nos permiten seguir. Pero cada vez hay más gente que se suma, estamos recuperando a los melómanos de 1994, de 1998, que se identificaban con la OFL. Nuestros conciertos son de alta calidad. Gracias a la Embajada de Brasil, estuvo Roberto Tibiriçá, el mejor director hoy en Sudamérica, para dirigir a la OFL. Tengo fe y creo que el público de Lima nos está conociendo más. Existe la posibilidad de escuchar música escolástica como otra alternativa.
—¿Por qué es importante la OFL?
Todas las personas que gestan cultura, persiguen un objetivo: el cambio de nuestra sociedad. Hacemos lo mismo que todas las instituciones dedicadas a las artes. Cuando uno es capaz de sentarse en un auditorio para escuchar la música de siglos atrás, como las ideas de Mozart y Beethoven, busca las alturas, salir del piso. Esta música permite que se busque algo más de lo que vemos de los ojos para afuera. Una persona sin música es casi una cosa, una alienación. La música es un arte poderoso, en la química de los seres humanos suceden cosas con algo que escuchas (como el segundo movimiento de la Séptima), se queda en lo más profundo de las personas.
—Parece frase tribunera, pero es verdad: solo la cultura y las artes salvarán al país.
Cómo no lo ven los señores del Estado. Ningún gobernante ha hecho algo significativo por la cultura. Aún no hay una ley efectiva para las artes. No soy aprista, pero Alan García el Gran Teatro Nacional. Ahora el Estado rebaja presupuestos a las instituciones culturales. ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué se quitó a Lydia Hung Wong de la Universidad Nacional de Música? ¿Qué es más importante que la educación?
—Hay instituciones que apuestan por grandes conciertos gratuitos.
Me parece bien que se difunda la música clásica. Pero no es una competencia justa. La gente tiene que acostumbrarse a comprar arte. El arte tiene un costo. Disculpa la analogía: si te gusta la cerveza, ¿vas a la tienda y te la dan gratis?
Imagen: Maestro timbalista Joham Rosel Mendoza. (FOTO: VÍCTOR CH. VARGAS).