Sócrates y Platón aterrizan en el Perú

por Eduardo Bruce Montes de Oca

Eduardo Bruce Montes de Oca

Si pudiéramos traer al presente a Sócrates y Platón desde la época griega, cuna de la democracia, y les pidiéramos un consejo sobre qué hacer ante la crisis de la democracia actual en el Perú, me atrevo a reseñar lo que podría ser la enseñanza que nos dejarían. Sospecho que la última sugerencia no va a gustar a muchos.

Platón consideraba la democracia un sistema defectuoso, ya que otorgaba poder a una multitud ignorante, lo que podría llevar al caos, la manipulación y la tiranía. Creía que el mejor modelo era una “aristocracia del conocimiento”, donde los filósofos-reyes gobernaran por su sabiduría. En cambio, Aristóteles tenía un enfoque más pragmático: aunque reconocía los riesgos de la democracia, la veía viable bajo ciertas condiciones. Abogaba por una república equilibrada, con un balance entre ricos y pobres, y criticaba la democracia extrema, que podía derivar en anarquía. Su visión ideal combinaba democracia y aristocracia, con ciudadanos capacitados e instituciones que previnieran abusos.

Para Platón, el mayor riesgo de la democracia era su tendencia a degenerar en demagogia, donde los líderes populistas manipulan al pueblo con discursos emocionales en lugar de buscar el bien común. En el contexto peruano, esto se refleja en la presencia de políticos que hacen promesas irrealizables para ganar votos, en una polarización extrema que divide a la población en bandos irreconciliables y en una corrupción arraigada, donde muchos buscan el poder para enriquecerse en lugar de gobernar con justicia. Si Platón observara la situación actual del Perú, concluiría que la democracia está en crisis porque los ciudadanos eligen líderes sin verdadera preparación, lo que genera inestabilidad y falta de dirección.

Por otro lado, Aristóteles consideraba que la mejor forma de gobierno era un sistema mixto que combinara la democracia con instituciones fuertes. En el caso de Perú, identificaría problemas como la debilidad institucional, con un Congreso y un Ejecutivo constantemente enfrentados que generan crisis, la desigualdad económica, que crea una brecha entre las élites y los sectores populares alimentando el resentimiento, y la falta de educación cívica, lo que lleva a que muchos ciudadanos voten sin evaluar adecuadamente la preparación o intenciones de los candidatos. Para Aristóteles, la solución pasaría por fortalecer las instituciones, promover una educación cívica efectiva y reducir la desigualdad para construir una democracia más estable y funcional.

Soluciones

En Perú, existen varios problemas en el sistema político, como la poca preparación de los candidatos, ya que cualquiera puede postular, incluso sin experiencia o formación adecuada. Además, prevalecen el populismo y el clientelismo, donde los electores se guían más por promesas vacías que por la capacidad real de los candidatos. La fragmentación política es otro obstáculo, ya que hay demasiados partidos improvisados que solo buscan llegar al poder sin un programa claro.

Cambiar completamente el sistema de elección popular en Perú es riesgoso, ya que podría debilitar la democracia y abrir la puerta a gobiernos autoritarios. Sin embargo, es urgente realizar reformas.

Entre las medidas que podrían mejorar el sistema están:

  • Exigir requisitos mínimos para postular, como educación universitaria o experiencia en gestión pública, así como exámenes en economía, derecho y administración pública.
  • Fortalecer los partidos políticos, impidiendo la inscripción de partidos sin estructura real.
  • Exigir debates reales obligatorios con propuestas técnicas. En el Perú, llamamos ‘debate’ a un evento organizado por el JNE en el que participan todos los candidatos. Debido al gran volumen de participantes, se trata solo de pequeñas intervenciones en las que prima la búsqueda del efecto en la audiencia más que la confrontación de ideas.
  • Adoptar un modelo mixto, donde se sigan eligiendo representantes populares, pero se cuente con un Consejo de Expertos (economistas, juristas, académicos) que supervisen y validen las decisiones clave, en especial lo referido a la estructura política del Estado.

El Consejo de Expertos

Elegir un Consejo de Expertos podría hacerse de manera estructurada y transparente para asegurar que sus miembros sean verdaderamente competentes y representativos del conocimiento necesario, además de ser personas que no respondan a nadie excepto a ellos mismos, asegurándose así la independencia de su actuar.

Una opción para seleccionar a los miembros del consejo sería a través de un proceso de méritos, donde los candidatos deban cumplir con requisitos específicos de experiencia y formación en áreas clave, además de pasar por una evaluación pública que verifique su trayectoria profesional. Otra alternativa es la elección indirecta por una comisión independiente, compuesta por académicos, expertos y representantes de la sociedad civil, asegurando transparencia y evitando influencias políticas.

Este tipo de consejo, elegido de forma transparente y basado en méritos, podría actuar como un contrapeso al poder político y mejorar la calidad de las decisiones gubernamentales, promoviendo la justicia, la eficiencia y la imparcialidad. Ellos podrán poner en alta prioridad el rediseño de la estructura del Estado y del sistema de elección popular.

¿El voto popular debe ser absoluto?

Sé que esto les sonará mal a los sectores que no ven otra opción que la elección de autoridades por el voto popular. Pero es que en el Perú muchos consideran que el voto popular es sagrado y absoluto en una democracia, pero no es así. En las democracias del primer mundo existen límites. Para muestra un botón: En Europa los ciudadanos no votan por una persona para jefe de gobierno; votan por un partido, el cual en mayoría elige al primer ministro. Pero aquí votamos por una persona. Así salió presidente Pedro Castillo. En el supuesto de que la izquierda peruana estuviese unida, estoy convencido de que no elegirían a Pedro Castillo para liderar el ejecutivo. El voto directo debe tener sus límites. El uso excesivo del voto nos ha conducido a esta crisis de representación, poniendo en vilo la mera existencia de la democracia misma, aquello que todos queremos rescatar.

A los que digan que estas sugerencias tienden a reforzar las élites, hay que señalarles que no ha habido en la historia del mundo una civilización que no haya crecido y prosperado sin el gobierno de las élites; que una élite no significa oligarquía, sectarismo ni nada que se le parezca. Una élite gobernante debe ser inclusiva:   diferentes ideologías, clases sociales y culturas. Esta es una ruta para alejarnos del trágico remolino en el que estamos en Perú. Si se les ocurren otras, bienvenidas sean.

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