De Cantagallo su Selva

Alfredo Villar (1971) es uno de nuestros más rigurosos investigadores sobre el arte popular urbano y las manifestaciones de nuestra Amazonía. Ha curado la superlativa exposición “Koshi Kené” con el colectivo de mujeres que habitan Cantagallo en condiciones indignantes que demandan nuestra solidaridad. Aquí la entrevista.

por Luis Lama

Te conocí en la muestra “A mí qué Chicha” en el Centro Cultural de España en 2013. Fue una magnifica reunión de los ejemplos más destacados del nuevo arte popular peruano, esencialmente urbano.

Mi idea era hacer una labor similar a la que realizaba Bendayán con los artistas populares de Iquitos, pero desde Lima. Una de las exposiciones que más marcó mi formación fue “Puro Sabor: el arte tropicaliente de Iquitos” curada por Bendayán en la Miró Quesada. Para la segunda edición (2014) decidí expandirme por el Perú, e investigar ese Tahuantinsuyo que son las estéticas populares incluyendo no solo artistas de Lima y Centro (Huanca), sino de los otros ejes que son Piura, Iquitos y Puno.

Durante todo el siglo XX la imaginería andina ha predominado entre nosotros. Sin embargo, a partir del presente siglo, la selva comienza a estar cada vez más presente en el arte peruano, gracias a valiosos esfuerzos de promotores y curadores.

También hay que reconocer la labor de Pablo Macera, con su Seminario de Historia Rural Andina de San Marcos se convirtió en un gran laboratorio del arte andino y amazónico, indígena y popular. El Ojo Verde, que curó junto Gredna Landolt en el año 2000, es una exposición fundacional. El Seminario también fue el primer espacio que acogió a artistas como Lastenia Canayo, Roldán Pinedo y Elena Valera  e investigadoras tan importantes como María Belén Soria o María Eugenia Yllia.

En Lima tenemos cinco muestras simultáneas de arte de la selva, pero su acogida no sólo es local. Lo comprobé en el 2019 en ARCO. El Perú llevó a Madrid una muestra que se exhibió en “El Matadero”.  Allí comprobé el enorme atractivo de estas obras para el público europeo. No eran hombres blancos descubriendo a los salvajes sudamericanos, eran personas deslumbradas por un arte poderoso ajeno a la tradición occidental.

Creo que hay algo en la manera de relacionarse físicamente con la obra que hace diferente al artista amazónico, eso se puede sentir, por ejemplo, en la obra de Santiago Yahuarcani, que trabaja como si la historia de la pintura naciera en la Amazonía. En la pieza central de Koshi Kené se siente esa diferencia en los diseños que han nacido de una tradición de geometría propia, donde se encuentra la línea recta pero también las curvas y los patrones fractálicos. El hacer colectivo hace que estos diseños (alrededor de 30) fluyan como uno solo sobre una arquitectura en forma de serpiente Ronin Kené que rompe con la tradicional bidimensionalidad sobre la que habían trabajado.

La actual exposición en el ICPNA es una espléndida manifestación de arte contemporáneo. La propusiste para la Bienal de Venecia pero yo discrepo con la orientación curatorial. Pedrosa no logró convertir al Sur en el Norte y llenó a Venecia de populismo. “Koshi Kené” debió participar pero no bajo el rubro de “extranjeros …”.  Es como decir “Puno no es el Perú”. Todos sus miembros son tan peruanos y tan buenos artistas como cualquier otro.

Tendría que ver in situ la propuesta actual de Venecia para tener una opinión más objetiva, pero me da la impresión que este rótulo de “extranjeros en todas partes” puede llegar a ser exotista. El artista indígena no quiere sentirse extranjero, quiere dialogar en igualdad de condiciones, quiere su ciudadanía universal. Creo que desde el sur podemos ser más cosmopolitas que desde el norte que no puede más con su etnocentrismo y con la moda “decolonial” de algunos museos y galerías. Olinda Silvano es tan ciudadana del mundo como cualquiera y la calidad de su obra debe ser considerada por sus propios méritos y no por ser “indígena” o “decolonizadora”.

La historia de Olinda Silvano es apasionante. Es una líder de su comunidad. Me gustaría saber cómo todas esas familias vinieron a Lima para instalarse en Cantagallo.

Olinda es hija de un dirigente legendario para la comunidad shipiba y que fue asesinado en Lima en un crimen nunca esclarecido. Lo que heredó Olinda de su padre fue una gran rectitud moral y un real interés por el bien común. Llegar a Cantagallo fue una experiencia de auto organización y fueron las primeras familias, como los Silvano, que comenzaron a convocar a los migrantes que llegaban a la ciudad. La comunidad de Cantagallo ha resistido, persistido y hasta ha renacido después de un incendio. Lo que hace Olinda es una práctica política, artística y económica a la vez porque convoca a mujeres para empoderarse a través del arte y del trabajo remunerado.

Hacer arte en Cantagallo es heroico. No tienen adecuadas condiciones de vida y el acceso es particularmente difícil. Con una planificación correcta, toda la zona podría convertirse en un importante centro de la selva en la capital. Sin embargo, la Municipalidad de Lima o el poder central no son hoy alternativas de solución.

Es un tema que tiene que ver con las políticas urbanas municipales que nunca han tomado verdadero interés Cantagallo y los gobiernos centrales que solo hacen eventos cosméticos que cambian muy poco la verdadera situación de sobrevivencia y precariedad en la que vive la comunidad. Recordemos que nadie en Cantagallo tiene título de propiedad y eso hace que no puedan acceder a servicios formales de agua y luz. Ha sido declarado zona inhabitable, pero con una correcta inversión se podría hacer posible la formalización.

Hay salidas, como ocurrió con las señoras tejedoras del Centro de Textiles Andinos del Cuzco (CTTC), que se asoció con las ONG para  rescatar procesos de teñido y tejido tradicional, que ya estaban en extinción, y también lograr un mercado de precios dignos. Algo similar se podría hacer desde Cantagallo con el rescate del kené, una especie de escuela y centro de formación, donde las nuevas generaciones puedan aprender este arte y a la vez experimentar para así encontrarse nuevamente con sus raíces mirando hacia el futuro.

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