El papado de Francisco fue guiado por ideas tan sencillas como desafiantes: el tiempo es superior al espacio, la unidad prevalece sobre el conflicto, el todo es más que las partes y la realidad supera a las ideas. No eran simples consignas, sino principios filosóficos que marcaron su forma de gobernar la Iglesia y de intervenir en el mundo. Con relación al primero, por ejemplo, decía que los procesos acontecen en el tiempo y que pretender imponerlos en el espacio desembocaba en totalitarismos. Su apuesta fue radical en su sencillez: poner por delante la acción pastoral antes que la doctrina, la misericordia por encima del juicio.
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