Apasionado del teatro clásico, Jean Pierre Gamarra ha adaptado obras referentes que lo ubican como el director peruano de mayor proyección en la actualidad. Sus puestas en escena, aparte de ostentar cuestionamiento y sobrio buen gusto, proyectan una visión personal del mundo de hoy. En este 2023, presentó El avaro de Molière en el Teatro de la Alianza Francesa y hará lo propio con Otelo de Shakespeare en el Teatro Municipal del 06 al 29/10. Los tiempos que corren no están para fuentes laxas.
—En tu trayectoria, el teatro clásico es tu punta de lanza.
Efectivamente, el teatro clásico es una pasión que me aborda hace mucho tiempo. Yo comencé a dirigir a los 16 años textos muy ligeros, no tenía formación y mi acercamiento era absolutamente empírico, fui aprendiendo en base al error. Mi formación teatral se consolida en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón de Buenos Aires con una especialidad en dirección de ópera y es precisamente ahí donde descubro el poder de los clásicos. La relación de la ópera y el teatro de la antigua Grecia son para mí un punto revelador para el tipo de teatro que hago ahora. La exigencia técnica y el rigor que propone un clásico siempre fue para mí un desafío y un reto.
—¿Desde qué ángulo desgranaste El avaro?
Molière habla de lo más oscuro del ser humano y eso me encanta, principalmente porque lo hace con humor y autoironía. Se burla del dolor y no tiene compasión: yo tuve un poco en esta oportunidad. He intentado representar a un padre de familia común y corriente, en una familia común y corriente, con las mismas aspiraciones que cualquiera, donde Harpagón, el avaro en cuestión, vive su propio infierno y está atrapado en el claustrofóbico mundo de su avaricia. Sufre y no le dan tregua, yo al menos he intentado que el público sienta compasión. Ojalá.
—Una lectura horizontal de la obra nos brinda también esta lectura actual: el dinero/bienestar es importante, pero los ideales también. ¿Es esta fricción la que lo mantiene vigente?
Yo trabajo siempre una lectura transversal, la lectura horizontal es para mí una limitación porque me pone obstáculos demasiado concretos e imposibles de romper. Yo intento atravesar una obra sin detenerme en las circunstancias que me alejan del tema central, y para mí, el tema central es la avaricia y todo lo que conlleva. No hay mayor secreto aquí para conectar con el avaro porque todos hemos sentido apego al dinero o lo hemos visto en alguien cercano. El dinero es un personaje fascinante, puede ser un ángel o un demonio. Nunca sabemos qué máscara llevará.
—¿Cuál fue el reto mayor de la adaptación de Otelo?
Más que una adaptación, es una lectura contemporánea porque las obras no existen hasta que se ponen en escena. Es cuando llega el público que la obra empieza a existir, antes es solo una utopía en nuestra cabeza. En el caso particular de Otelo atravieso la obra en la pureza del amor de los protagonistas y cómo el mundo los invade con su odio y su violencia, porque la fuerza de Otelo está en sus brazos, pero no en su cabeza y su mente logra ser conquistada por la locura.
—¿Este es el tiempo para revisar específicamente Otelo?
Definitivamente, un clásico dialoga en cualquier época debido a que no se basa en coyunturas sino en arquetipos. Otelo es el hombre burlado, al igual que el “Pantalone” de la comedia del arte, pero aquí estamos frente a una tragedia y la burla a la cual Yago somete a Otelo, tiene repercusiones dramáticas: un feminicidio. Es así que el Otelo de Shakespeare que haremos en el Teatro Municipal no será el mismo tal y como lo pensó su autor (por más que no hemos cambiado nada del texto original). Y no será lo mismo porque en el mundo de Shakespeare, Otelo era un héroe víctima de los celos y la locura, pero en el mundo que vivimos hoy es un feminicida.
—¿Por qué te interesa el teatro clásico pudiendo dirigir obras más contemporáneas?
Me interesa el clásico porque me permite entender el mundo, me permite alejarme de mi propio ego y ponerme al servicio de un arte que nació hace miles de años.
—¿Cómo enfrentan tus actores tus adaptaciones?
Tengo la fortuna de haber encontrado un grupo de actores que me permiten plasmar mis ideas con mucha libertad. Yo exijo mucho un manejo delicado del texto y ellos no hacen más que deleitarme constantemente con su entrega y talento. Hemos hecho un buen equipo, creo. Me entusiasma la idea de compañía, el teatro es un arte colectivo y ver que estamos creciendo como equipo es una fortuna que no imaginé.
(Gabriel Ruiz Ortega).