Cuando se menciona la palabra ABORTO, los sectores más conservadores se agitan y se rasgan las vestiduras repitiendo hasta el hartazgo que ellos “defienden la vida”. Me pregunto la vida de quién, porque la vida de la menor abusada no les interesa en lo mínimo.
Queremos ser modernos y vivir como los países de primer mundo, pero cuando se trata de entrar en diálogo sobre temas que los países de avanzada ya resolvieron hace varias décadas retrocedemos hasta la Edad Media. En este país, imbuido en crisis social, política, económica y cultural, olvidamos que vivimos en un ESTADO LAICO; es decir, que el Estado actúa independiente de cualquier doctrina religiosa, por lo que sus políticas se basan en derechos y no en preceptos religiosos. Ese es el principal motivo por el que escasean los argumentos racionales y científicos sobre el tema del aborto.
Mi intención es entrar a la discusión empezando por lo básico para ver si así reflexionamos por qué las niñas no deberían ser madres (ESTO NI SIQUIERA DEBERÍA SER TEMA DE DEBATE). El Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables expone en su portal web (aquí) los requisitos a los que se debe someter un peruano para adoptar a un niño.
Son siete los requerimientos, pero solo me referiré a los tres primeros, porque mi objetivo es demostrar la inconsistencia de un ESTADO ESQUIZOFRÉNICO en relación con el aborto.
El primer requisito de adopción postula: “Edad mínima 25 años y máxima 62 años”. Esto quiere decir que una niña de 8, 10, 12, 14 años no puede adoptar, pero SÍ ES OBLIGADA por el Estado a parir un hijo de su violador. Este último es el padre, el hermano, el tío, el abuelo, los primos; en la gran mayoría de casos, es el entorno familiar o el íntimo de la víctima quien la agrede y le causa daños inconmensurables. Dicho sea de paso, corresponde hacer un mea culpa, ya que como sociedad le hemos fallado a Mila, a Camila y a todas nuestras niñas a las que no pudimos proteger.
El segundo de los requerimientos para adoptar señala “contar con buena salud física y mental” y para acreditar ello se debe presentar el certificado otorgado por profesionales de la salud IPRESS. Pareciera que este punto es claro: una niña debe jugar, estudiar, descubrir sus propios intereses, ya que esto la conducirá más adelante en la ciudadana segura y feliz en la que debería convertirse. Esto podría funcionar en un país de primer mundo, pero al nacer en este territorio condenamos a nuestras niñas de por vida. El trauma de la violación y las secuelas de ello quedarán marcadas en su piel no solo por la cesárea a la que son sometidas, sino porque deben cargar un hijo producto del incesto y eso es de lo que NO HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DEL ABORTO. La palabra violación muchas veces esconde lo que realmente ha pasado, pasa y sigue pasando en el Perú: el INCESTO (aún está pendiente una investigación sobre la tasa de familias incestuosas en el país). El vástago de una menor abusada termina siendo su hermano y su hijo. ¿Cómo explica una niña de 8 años a su hermano/hijo que no lo quiso, que su propio padre abusador es abuelo y padre del hijo? ¿Cómo se construyen o se destruyen los vínculos en familias incestuosas?
El tercer y último requisito al que me referiré indica que los adoptantes deben demostrar una “capacidad económica familiar mínima de s/. 2, 700”, así como presentar documentación que avale ello. ¿Dónde una niña podría conseguir si quiera el sueldo mínimo (s/ 1025) para alimentarse y alimentar al hijo que no pidió? Esta situación condena a la madre y al hijo a un círculo de pobreza, que a la larga termina siendo un enorme gasto para la economía del liberalismo, pues el Estado invierte en salud y educación para la formación de capital humano. Una madre adolescente se convierte en mano de obra no calificada que ingresa abruptamente al mercado y percibe ingresos salariales inferiores a lo largo de su vida, y esto se traduce para el Estado en menos recaudación de contribuciones e impuestos para sus arcas.
Así o más claro necesitamos decirlo para que en el Perú el aborto sea seguro, legal y gratuito para todas.
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*Evelyn Sotomayor. Investigadora y catedrática. Autora de los libros Pensar en público. Las veladas literarias de Clorinda Matto de Turner en la Lima de la posguerra y Las nuevas lectoras del siglo XIX.