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    Michel Hazanavicius

    Michel Hazanavicius llegó a Lima para inaugurar la 13ª Semana del Cine Francés, un festival que este año proyectará más de 40 películas en distintas ciudades del país. Invitado de honor junto a su esposa, la actriz Bérénice Bejo, el director francés —recordado por The Artist, ganadora de cinco premios Oscar— presenta La carga más preciada, su primer largometraje animado y una de las cintas más conmovedoras de su carrera.

    El silencio, el sonido y el alma de una historia

    Hazanavicius habla sin prisa. No porque subestime el tiempo, sino porque su cine hace un uso particular de este. “En la animación no hay montaje. Y el montaje es mi manera de pensar las historias”, afirma. Esa imposibilidad técnica lo llevó a explorar otras formas de narrar. El resultado: La carga más preciada, una película animada basada en el relato del escritor francés Jean-Claude Grumberg, que acaba de inaugurar la 13ª Semana del Cine Francés en Lima.

    Ganador del Oscar por The Artist, Hazanavicius encontró en la animación un recurso inesperado para hablar del horror. Lo hace con un lenguaje que rehúye el espectáculo y apuesta por la sugerencia. “No podemos abordar el Holocausto de forma realista. No se puede representar el exterminio de millones de personas desde un realismo directo”, explica. La animación, en cambio, “nos libera del peso del realismo y nos permite evocar sin mentir”.

    Contar sin mostrar

    La carga más preciada es una adaptación íntima. No solo porque el texto original aborda la Shoá desde una perspectiva casi infantil, sino porque el autor, Jean-Claude Grumberg, es un amigo cercano de la familia Hazanavicius. “Para mí, Jean-Claude era como un tío. Lo conozco desde que era niño. Me dio total libertad. Me decía: ‘tú estás haciendo otra cosa, no reescribas el cuento, haz tu película’”.

    La historia se arma desde la omisión. No hay imágenes explícitas de los campos de exterminio. “La secuencia más dura ocurre frente a un rostro inmóvil. Solo se escucha el sonido. Es algo insoportable, pero evocado con delicadeza”. Hazanavicius subraya que no se trata de atenuar el horror, sino de encontrar la forma correcta de transmitirlo a nuevas generaciones. “Con los niños no se trata de mentirles, pero tampoco de traumatizarlos. Hay que decir la verdad con tacto e inteligencia”.

    Una fábula hacia el futuro

    Aunque situada en el contexto del Holocausto, La carga más preciada no es una película sobre el pasado, insiste su autor. “Es una película sobre el futuro. No busca imponer un deber de memoria, sino mostrar que siempre se puede elegir ser una buena persona, incluso cuando todo se derrumba”.

    Esa mirada esperanzadora se enraíza en los personajes que protagonizan el relato: los justos entre las naciones. Hombres y mujeres comunes que, en medio del terror, optan por ayudar, cuidar, amar. “El tema no es el genocidio”, insiste, “sino el amor, la solidaridad, la elección de la humanidad”.

    Y por eso mismo, es una película para niños. “Los niños reaccionan más que los adultos. En Nueva York, una niña me dijo: ‘lo que más me queda de esta película es que debo amar más a mis padres’. Esa fue su conclusión. Me pareció bellísima”.

    La vida entra por el oído

    Si el cine de Hazanavicius ha hecho del silencio un arte —como en The Artist—, en La carga más preciada es el sonido lo que estructura el relato. “En la animación, la vida solo puede entrar a través del sonido”, dice. Cada elemento sonoro fue construido desde cero: el tren, la nieve, la madera cortada, el fuego, el llanto del bebé. “Todo está fabricado en la imagen. Pero el sonido es real. Escuchar reír a un bebé transforma por completo al personaje. Antes, era solo una teoría. Después, se vuelve alguien vivo”.

    El tren, como antagonista, tiene su propio arco sonoro. “Al principio, es la máquina de la muerte. Luego, va cambiando. Y hacia el final, los sonidos del pueblo nos traen al siglo XXI. Es casi una ruptura temporal”.

    Sobre inteligencia artificial y el oficio de crear

    La conversación también toca un nervio actual: la IA. Para Hazanavicius, la amenaza no es solo estética. “Lo peligroso es que desaparezcan los espacios donde uno aprendía a crear”, advierte. “Antes, podías formarte en publicidad, en clips institucionales. Ahora, si una IA puede hacerlo más barato y más rápido, esos lugares se perderán. ¿Dónde van a aprender los nuevos cineastas?”

    Y remata con una certeza humana: “Siempre habrá una necesidad de expresarse. Si nos cierran estos espacios, encontraremos otros. Pero necesitamos expresarnos. Es una cuestión de humanidad”.

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