Pagina de agradecimientos

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Las últimas

    En 1920, el apogeo económico de Iquitos cayó en espiral con el fin de la era del caucho. Fondearon las grandes fortunas y emergió la leyenda negra de los barones del caucho. Un siglo después, en 2025, Iquitos atraviesa un nuevo y profundo ciclo económico negativo: una producción de petróleo reducida a cuenta gotas y una industria maderera afectada por el escándalo del tráfico ilegal que le cerró las puertas al mercado internacional hace ya un lustro. El futuro de Iquitos se debate entre la incertidumbre y la urgencia. El desafío del bienestar es mucho mayor hoy que un siglo atrás, cuando el puerto sobre el río Amazonas era un poblado de apenas 20 mil almas. Ahora es una bulliciosa ciudad con medio millón de habitantes –afables, creativos, bailarines–, pese al aguacero. El porvenir del trópico acaso esté en el turismo y en un arma tan minuciosa y potente como un microscopio: el potencial genético de la Amazonía.

    Un cafecito al aire libre en el café Bistró, en el malecón de Iquitos, al cerrar la tarde. Cae una lluvia suave y sostenida. Los azulejos en la fachada relucen bañados por el agua fresca. Hacia el este, un fogonazo enciende la noche y un trueno retumba como una cascada tras un espasmo de silencio. Se avecina una tormenta. La bióloga Elsa Rengifo Salgado se recoge el pelo. A lo largo de su dilatada carrera científica, Rengifo ha recolectado e identificado más de mil especies de plantas con propiedades farmacológicas en la jungla amazónica. Una presentación horas antes en el marco del conversatorio “Día de la Amazonía peruana”, organizado por el iquiteño Jorge Linares Peña y llevado a cabo del 5 al 12 de febrero, ha pasado revista al potencial genético de la Amazonía. La exposición de funcionarios públicos subraya los esfuerzos desplegados para certificar la calidad y las garantías sanitarias de los productos. Salta como un resorte Rosa de D´Souza, en la ronda de preguntas. Ella lamenta la lenidad del Estado para atender a las micro y pequeñas empresas locales en ese terreno. D´Souza preside la Asociación de MYPES de Iquitos. Viste una camisa con el logo de la empresa familiar dedicada a producir aceites vegetales y cosméticos con frutos y semillas de la selva. En un pequeño maletín carga muestras de una decena de sus productos. Deambula por calles y plazas de Iquitos pregonando el futuro de la Amazonía.

    –Natura, la multinacional brasileña de higiene y cosmética, factura millones de dólares anuales, contrasta Rengifo. Y Colombia también tiene su propia industria.

    En los extramuros de Iquitos se alza la sede del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP). El laboratorio de Química de Productos Naturales publica artículos en revistas indexadas de ciencia sobre las propiedades terapéuticas de la cocona, el ungurahui y el aguaymanto, entre otros frutos, raíces y cortezas arbóreas de la jungla, probadamente efectivos para combatir la diabetes, prevenir enfermedades neurodegenerativas (como el Alzheimer) y tratar el cáncer. Pero los recursos del IIAP son tan exiguos como exuberante en la Amazonía; el microscopio más moderno data de 2008.

    En Colombia, por el contrario, el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi) es el espolón de proa de una dinámica industria nacional farmacéutica. Brasil, por cierto, es una potencia mundial en ese campo.

    SOBREVIVIENTES

    Los loretanos son más que resilientes; son artistas de la sobrevivencia. Tony Nogueira enciende un fogón en el caserío de Astoria, a orillas del río Amazonas, adonde llegan los asistentes en el primer día del evento. Antiguo aserradero a inicios del siglo XX, Astoria es una pujante comunidad multiétnica, vecina pared medianera con la planta de generación eléctrica de Electro Oriente. Las torres de alta tensión atraviesan su territorio sin proveer electricidad a la comunidad. El olvido de décadas ha resultado providencial. Hace un par de años, una ONG instaló paneles solares en la comunidad a precio de costo, siendo la tarifa de energía de Electro Oriente –generada con diésel– acaso la más cara del país. Al pie del fogón, Nogueira marina un cebiche de paiche con aguaymanto y adoba filetes de pescado con una salsa de yuca como para chuparse los dedos. El restaurante Ikiitu, de propiedad del cocinero en Iquitos, ofrece una carta de comida regional exquisita. La gastronomía de Iquitos, una isla en medio del océano boscoso, atrae a miles de visitantes de Leticia y Tabatinga, y allende el Amazonas, hambrientos de nuevos sabores.

    El arte culinario loretano es ya una manifestación política. “Hablar de cocina es una excusa para hablar de otras cosas”, paladea el cebichito Andrés Ugaz, presidente del Patronato por la Cocina del Callao. “Esta cocina que nos vincula y emociona es un motivo para intercambiar criterios alrededor de la mesa sobre cómo generar cambios en el territorio al servicio de la población”. Ugaz es panadero, y el bien común, su levadura. El Patronato en el Callao cocina políticas para que los pescadores artesanales del puerto, una raza en extinción, conquisten los beneficios sociales que corresponden a todo peruano. “No podemos seguir hablando en el Perú de que somos los campeones mundiales de la comida, si tenemos los indicadores más altos de desnutrición y obesidad”, sentencia. La prédica orilla en el Amazonas con sabor a Patria. El trovador chalaco “Chaqueta” Piaggio y el legendario “Colorao” Andrés Ángeles –dueño de un restaurante que lleva su apodo en La Punta–, acompañan a Ugaz a esta prodigiosa jungla de oportunidades. Una esgrima con cuchillos de cocina bien afilados entre el Colorao y Nogueira sobre cómo cortar el pescado anticipa una discusión mayor.

    El Dorado

    Andrés Ugaz, “El Colorao” Ángeles y Tony Nogueira: tres tigres de la cocina.

    La tarde del 12 de febrero –día final del evento– convocó a todos los citados al puente sobre el río Nanay para rendir homenaje al entrañable promotor cultural Luis Repetto, muerto en la primera oleada de la COVID-19, en 2020. La ofrenda floral en su memoria se arrojó al río desde lo alto de la estructura. El 12 de febrero fue el día en que Francisco de Orellana descubrió el río Amazonas, en 1542, hace 483 años. La expedición partió sin éxito en busca de El Dorado, solo para ser arrastrada inexorablemente por la corriente fluvial hasta desembocar en Belén, meses de meses. La febril crónica de Gaspar de Carbajal sobre la azarosa incursión describe a grandes poblaciones indígenas, mujeres guerreras o “amazonas” con un solo pecho, flechas envenenadas con barbasco, enfrentamientos resueltos a trabucazos, y hambre, mucha hambre. Pero, oro: Nanay. La crónica que navega en los linderos de lo inverosímil fue el primer registro del descomunal río en Occidente. Desde entonces, el Amazonas capturó la imaginación de exploradores y explotadores, científicos y poetas. Cantó César Calvo, en la voz de la artista Marina Díaz Guzmán: “Y lloró tanto y tanto / nuestra primera novia, / y lloró tanto y tanto / buscando ser esposa / que de su largo llanto / se formó el Amazonas”.

    Hoy se llora también a Repetto. Él montó en un santiamén el Museo Iquitos y, junto con el artista Christian Bendayán, rescató el mural de César Calvo de Araujo que estuvo a punto de sucumbir durante la demolición de la antigua sede municipal. También recuperó el valor patrimonial del Cementerio General de Iquitos.

    El influjo de Repetto animó el anual aquelarre cultural organizado desde hace quince años por Jorge Linares Peña, promotor turístico local. Un conversatorio que este año reunió a tiros y troyanos de la administración pública –entre ellos, el alcalde de la ciudad, Vladimir Chong (Somos Perú) y representantes de varios ministerios–, el Legislativo, el desarrollo y la cultura. La agenda, tan amplia como el caudal del Amazonas, incluyó temas que fueron desde la crisis de la industria forestal, hasta las exportaciones de Loreto, la impronta de la Iglesia en la región, la urgencia de la innovación tecnológica –en la que la Pontificia Universidad Católica, a través de Emilio Díaz Mori, está involucrada– y el arte y la creación en la Amazonía.

    Monumento al despilfarro

    La quimera de El Dorado perdura hasta nuestros días: lamentablemente, la minería ilegal de oro que se propaga como una plaga de langostas por la Amazonía la refuerza. El río Nanay, sobre cuyas aguas se arrojó la ofrenda floral de Repetto, es teatro de operaciones de la ilegal y contaminante explotación del mineral. El último registro satelital de la Fiscalía Ambiental de Iquitos halló 60 dragas operativas en la cabecera de la cuenca en enero pasado. La minería ilegal contamina con mercurio la fuente de agua potable de Iquitos. Nadie se beneficia de la actividad, salvo una gavilla de facinerosos. Sueños de opio que tensan el presente de la Amazonía. El propio Estado ha erigido en su nombre –del opio, vamos– un monumento al despilfarro: el puente sobre el río Nanay. De 2,5 km de largo, cuatro carriles, 30 metros de altura, es el puente más grande del Perú. La colosal estructura costó cerca de 800 millones de soles. Es el primer eslabón de la mítica Ruta Nacional PE-5N que unirá Iquitos con la frontera con Colombia, faraónico proyecto vial concebido en el gobierno de Ollanta Humala –PPK puso la primera piedra en 2018– e inaugurado en 2021 con los sobrecostos del caso. El puente no conduce a ningún lado. Al llegar a la orilla opuesta del Nanay, llega a un abrupto final y una barrosa trocha carrozable se pierde en la jungla sin norte ni concierto.

     –“En este espectacular escenario”, declaró el presidente del Congreso, Eduardo Salhuana (APP), sin un atisbo de crítica, “conmemoramos el Día de la Amazonía, un día no solo festivo, sino de reflexión y análisis de la problemática de la Amazonía, y reafirmamos nuestro compromiso de impulsar acciones que promuevan el desarrollo y bienestar de las comunidades amazónicas”.

    La banda de música de la Marina de Guerra animó la ceremonia con bombos y platillos. La Policía bloqueó el tránsito vehicular –es un decir, una multitud de mototaxis– durante el tiempo que duró el evento. Los bocinazos se mezclaban con los clarinetes. ¿Por qué no se advirtió a los conductores de que el puente sería bloqueado?

     –Si avisamos, se organiza una marcha, respondió uno de los organizadores.

    El descontento de la población es sordo y sostenido. La pandemia COVID-19 expuso la precariedad del sistema de salud de Iquitos y, paradoja tropical, la carencia de agua potable es mayúscula a orillas del río de agua dulce más caudaloso del mundo. El año pasado, el gobierno anunció el megaproyecto para cerrar la brecha de servicio de agua y alcantarillado en beneficio de 360 mil personas, cerca de un 70 % de la población de Iquitos. El presupuesto proyectado: el mismo que lo que costó el puente sobre el río Nanay. Genes, geniecillos y diablillos, sabores y sapiencias, solo el tiempo dirá qué deparan los locos años 20 de este siglo para la ciudad de Iquitos.

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