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    La exposición Casacor ha abierto sus puertas nuevamente. Se trata de un evento anual que
    exhibe ejemplos de arquitectura y diseño de interiores que buscan ser originales, creativos
    y, en algunos casos, incluso vanguardistas. Para los visitantes, es un llamado a sumergirse
    en un mundo de arte, diseño, colores, texturas, formas que salen de lo que vemos y vivimos
    en nuestro día a día.

    Casacor es también una convocatoria a artistas, diseñadores, arquitectos y proveedores a
    explotar creativamente alternativas que pocas veces serían factibles en un “mundo real” de
    presupuestos limitados y clientes que podrían tener opiniones y gustos muy distintos a los
    suyos.

    El principal valor de la muestra es este: que los “creativos” tienen la posibilidad de hacer del
    espacio su patio de juegos, de gozar de una libertad pocas veces posible en el ejercicio
    diario de las respectivas profesiones, y de nutrirse de un ambiente en el que se respira un
    mismo aire: una suerte de “retiro creativo” en el que las mentes pueden alimentarse unas de
    otras.

    En este contexto, hay dos cosas que pueden pasar. Una, que los diseñadores sorprendan y
    nos lleven a cuestionar nuestro modo de percibir el espacio, la luz, los materiales (como es
    el caso de “El bosque aparece” de Augusta Pastor y Santiago Roose, “Donde habitan los
    sueños” de Cinthya Arana y Nube Alfaro, o “Librería” de Jose Monteverde y Lorena
    Rotalde). La segunda, que usando objetos caros, logren situaciones que bien se podrían
    lograr de otros modos y, en tal caso, el espacio es más bien un espacio para el objeto (un
    contenedor-pedestal tridimensional) y la arquitectura y el diseño están a su servicio.
    Y, dentro de esto, también está lo absurdo como bancas de fierro forjado que son
    incomodísimas, ubicaciones de muebles que generarían tortícolis o, simplemente,
    superficies imposibles de limpiar.

    Creo que el objetivo de Casacor se logra con la primera situación, la que es
    verdaderamente experimental para los diseñadores. El resultado final, en este caso, es
    similar a lo que sucede en un museo. Como espectadores, estamos frente a algo distinto,
    que nos genera sensaciones nuevas, que nos cuestiona en nuestra relación con los
    espacios y los materiales que los conforman.
    Me quedo con una inquietud que es también un reto: ¿sería posible hacer un Casacor low-
    cost, en donde las soluciones, sin perder creatividad, deban ajustarse al presupuesto de un
    cliente promedio?

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 Av. Guardia Civil 1321, Oficina 1802, Surquillo, Lima – Perú

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