UN PAÍS BAJO AMENAZA
La extorsión se ha convertido en una de las principales amenazas a la seguridad en el Perú. Solo en los últimos tres años, las denuncias han aumentado 379 %, pasando de 4119 en 2021 a más de 22 000 en 2023. Hasta noviembre de 2024 ya se superaban los 16 000 casos. Pero la estadística más brutal es otra: menos del 1 % de los extorsionadores está en prisión.
Las actividades cotidianas, como ir a trabajar, hacer compras o tomar un taxi, se han transformado en una prueba de supervivencia para los peruanos. En solo los dos primeros meses de 2025, el Sistema de Información de Defunciones registró 368 homicidios, una cifra que no es solo un número, sino el retrato de un Estado que ha perdido el control de lo más elemental: la seguridad.
La criminalidad ha desbordado la capacidad de respuesta del gobierno. Las medidas oficiales son vistas como improvisadas, sin estrategia. Los delitos de extorsión golpean a pequeños y medianos empresarios ya agobiados por la inflación y la incertidumbre económica. Hoy, se ven obligados a pagar cupos o aceptar créditos “gota a gota” para sobrevivir. Más de 13 000 bodegas han sido amenazadas y al menos 170 colegios cerraron por miedo.
TRANSPORTE EN LA MIRA
El blanco predilecto: el transporte público. En lo que va del año, 17 choferes han sido asesinados por negarse a pagar cupos. Los transportistas, que arriesgan sus vidas a diario, son las víctimas visibles de una violencia que no distingue entre profesiones. En menos de 48 horas, la semana pasada, dos choferes fueron acribillados en San Martín de Porres y Los Olivos.
La reacción fue inmediata. Las empresas de Lima Norte convocaron a una paralización y marcha hacia el Congreso, exigiendo leyes más severas contra el crimen organizado. La Asociación Nacional de Integración de Transportistas (ANITRA) movilizó a más de 460 empresas. Su presidente, Martín Valeriano, advirtió que “los emprendedores y transportistas están siendo asesinados”, dejando a miles de familias en el abandono.

PROMESAS Y FANTASMAS
El 7 de abril, Dina Boluarte anunció la creación de un nuevo equipo policial contra la extorsión en Lima Norte. No está claro si reemplaza o complementa al Grupo GRECCO creado en 2023. La presidenta prometió que “no habrá escapatoria para los delincuentes”, pero los vecinos siguen esperando resultados.
Distritos como Los Olivos (4141), Comas (3799), Independencia (3797) y San Martín de Porres (3649) registraron miles de denuncias solo en el primer trimestre de 2024. Y aunque el Congreso aprobó un nuevo marco legal para respaldar la acción policial, el debate sobre el uso de la fuerza y sus límites sigue abierto.

“EL MONSTRUO” VS. “EL JOROBADO”
Lima Norte es hoy escenario de una guerra entre dos facciones criminales. Por un lado, Adam Smith Lucano, “El Jorobado”, opera desde Piedras Gordas I con ayuda de su lugarteniente “Muelón”. En la otra esquina, Erick Moreno Hernández, “El Monstruo”, gana control desde la clandestinidad. Ambos se disputan rutas, zonas de cobro y barrios enteros.
En 2024, el Perú registró 2126 homicidios, la cifra más alta de la última década. Las principales causas: extorsión, sicariato y ajustes de cuentas. Solo entre los casos más notorios están los asesinatos de Rutnam Berríos, José Ontiveros, Jahir Miller y Gustavo Salazar. La cifra de transportistas asesinados en 2024 por extorsión asciende al menos a 75.
En paralelo, el impacto económico es devastador. Las extorsiones afectan cada vez más a comerciantes, profesionales, amas de casa y empresarios que deben pagar por la seguridad de sus negocios. La delincuencia ha consolidado un impuesto criminal en zonas donde el Estado se diluye.
LOS ATAQUES SIGUEN
Al cierre de esta edición, dos nuevos ataques confirmaron la regla. En San Martín de Porres, sujetos armados dispararon contra una unidad de la empresa “El Rápido”. Horas después, en el Callao, una combi fue atacada por dos sicarios motorizados en plena avenida Venezuela. No hubo muertos, pero la señal fue inequívoca: la amenaza sigue viva.
El Estado, si quiere evitar que la extorsión devore al Perú, tendrá que responder con algo más que promesas.
