Informe Perumin | Un necesario consenso, por Iván Arenas

No hay economía nacional sin el capitalismo popular minero.
Se realizó en Puno el Titicaca Mining, un encuentro de pequeños y medianos mineros.

Días atrás, se realizó en Puno, el Titicaca Mining, un encuentro de pequeños y medianos mineros entre artesanales y algunos en vías de formalización, para decirlo claro también. No obstante las leyendas y mitos desarrollados desde la izquierda sobre Puno, en el ambiente del Titicaca Mining se respiraba capitalismo popular minero y me atrevo a decir que cualquier proyecto político de corte colectivista, socialista habría sido expulsado del evento.

Sin embargo, surge una pregunta: ¿por qué una gran parte de estos pequeños y medianos mineros se inclinan -políticamente- siempre hacia la izquierda y terminan apoyando, por ejemplo, a Pedro Castillo o al primer Humala de polo rojo? Una de las razones por la que este capitalismo popular minero formal y/o en vías de formalización apoya políticamente a los proyectos de corte colectivista es que estos logran representar de manera clara sus legítimas aspiraciones económicas y reclaman su lugar en el universo del empresariado nacional. Es decir, no votan por el colectivismo o apoyan la prédica social comunista, sino por candidatos que los representan como una fuerza económica “antiestablishment”. Y estos candidatos casi siempre son de izquierda.

“Casi 500 mil dependientes capaces de producir 48 toneladas de oro que se “escapan” por Bolivia”.

En resumen, gran parte de este capitalismo popular minero está excluido del modelo económico formal y del sistema republicano debido, entre otras razones, a que el propio Estado y sus leyes hacen imposible una formalización integral. Importante decir que no es lo mismo pobres que excluidos, menos en un sector que tiene a casi 500 mil dependientes y es capaz de producir 48 toneladas -aproximadamente- de oro que se “escapan” por Bolivia.

Por cierto, y para una correcta interpretación de esta columna, no es lo mismo el capitalismo popular minero de medianos, pequeños y mineros artesanales (algunos formales y la gran mayoría en vías de formalización) que el ilegal destructor de los ríos y el ambiente. El detalle es que, si el Estado y las fuerzas pro liberales y capitalistas del país no incluyen a estos “excluidos” y no pobres dentro del sistema republicano y de la economía formal de mercado, vamos a tener siempre una “espada de Damocles” que amenaza a la democracia y sobre todo apoya a las fuerzas políticas colectivistas y socialistas que no creen en el capitalismo popular, las inversiones ni el mercado. Una curiosa contradicción, pero así se presenta la nueva sociología nacional.

“Cualquier proyecto político de corte colectivista habría sido expulsado del evento”.

De allí es que, si queremos una “minería de todos los peruanos”, entonces debemos ir hacia un consenso nacional. Así como sería imposible hablar de una sana economía nacional sin el aporte de la gran minería moderna que tributa amén de cumplir con todos los estándares sociales, económicos y laborales; tampoco hay economía nacional sin el capitalismo popular minero que crece a lo largo y ancho de la patria y de espaldas absolutas del Estado.

Por eso es necesario un consenso nacional por la minería entre grandes, medianos y pequeños; una minería moderna de todos los peruanos involucra a diversos sectores tanto políticos y económicos, pero sobre todo reconocer que sin el capitalismo popular minero (tanto formal como en vías de formalización) el país funciona en una esquizofrenia insoportable que tarde o temprano lo hará sucumbir.

En Puno, el propio gobernador Richard Hancco, tan venido a menos por su relación con el ejecutivo de Dina Boluarte, dijo que sin la inversión privada y sin una convivencia sostenible entre minería, agricultura y ganadería no sería posible un proyecto nacional. No le falta razón.