Lima, 3 de abril. La transición energética en América Latina enfrenta un panorama complejo, marcado por la dependencia de combustibles fósiles, el extractivismo intensivo y los retos de gobernanza en la explotación de minerales críticos. Según informó la Red Latinoamericana de Industrias Extractivas (RLIE) durante el conversatorio “Retos y Propuestas desde América Latina para la Construcción de una Transición Energética Justa”, expertos de la región analizaron las implicancias de este proceso en un contexto global y regional que exige cambios estructurales profundos.
El director ejecutivo de DAR (Derecho, Ambiente y Recursos Naturales), Hugo Che Piu, destacó que la transición energética no puede reproducir las mismas prácticas extractivas que han contribuido al cambio climático. En su intervención, señaló que el reciente anuncio del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de imponer un 10% de aranceles adicionales al Perú, refleja cómo las decisiones económicas globales afectan directamente a la región. Según indicó, América Latina sigue siendo dependiente de las potencias globales consumidoras de recursos fósiles, lo que perpetúa su vulnerabilidad económica y ambiental.
El experto subrayó que la extracción de minerales críticos, esenciales para la transición, plantea nuevos desafíos. “¿El cambio climático se va a ver a la vez repitiendo las prácticas extractivas y de explotación que justamente lo causan?”, cuestionó, aludiendo a los conflictos comerciales y bélicos que podrían surgir en torno a estos recursos. Además, enfatizó la importancia de generar reflexiones desde América Latina, en lugar de depender exclusivamente de perspectivas del norte global.
Dependencia fósil y consumo energético en la región
Ariana Escalante, de la organización Fundar de México, precisó que aunque se han promovido normativas para la extracción de minerales estratégicos destinados a tecnologías renovables, como paneles solares, el consumo de combustibles fósiles no ha disminuido. Por el contrario, se ha duplicado en los últimos años, lo que pone en duda la efectividad de las políticas actuales.
Además, subraya que una transición energética no debe limitarse a una simple sustitución tecnológica. Cambiar combustibles fósiles por energías renovables sin cuestionar los modelos de negocio y las estructuras económicas subyacentes perpetúa desigualdades y no garantiza una transición justa.
Por su parte, Raúl Velásquez, analista en Energía e Hidrocarburos de la Fundación Jubileo de Bolivia, abordó la alta dependencia de América Latina de los combustibles fósiles, tanto en producción como en consumo. Según Velásquez, en 2020, el 82% del consumo energético mundial seguía proviniendo de fuentes fósiles, con el petróleo, el carbón y el gas natural como los principales protagonistas. En la región, el transporte es el sector que más energía consume, con una fuerte dependencia del diésel.
Velásquez explicó que, aunque algunos países de la región producen hidrocarburos, otros, como Chile, dependen de las importaciones para abastecer sus centrales termoeléctricas. Además, destacó que Brasil y Argentina están incrementando su producción de petróleo y gas natural, respectivamente, con miras a convertirse en grandes exportadores. Brasil, por ejemplo, planea duplicar su producción de petróleo para 2030, mientras que Argentina registra un crecimiento del 50% en su producción de gas natural, impulsado por el desarrollo de Vaca Muerta.
En contraste, Bolivia, que alguna vez fue considerado un centro energético regional, enfrenta una caída significativa en la producción de gas natural y líquidos, lo que lo ha llevado a depender de importaciones. Velásquez subrayó que, sin cambios fundamentales en las matrices energéticas nacionales, la región continuará demandando combustibles fósiles, perpetuando su dependencia.
Telye Yurisch, economista de la Fundación Terram en Chile, centró su análisis en la relación entre la transición energética y la creciente demanda de minerales críticos. Según Yurisch, esta situación podría desencadenar una nueva fase de extractivismo intensivo, con impactos significativos en los territorios y las comunidades locales, especialmente en áreas indígenas.
El economista advirtió que la gobernanza minera en la región presenta serias debilidades, lo que dificulta una explotación sostenible de recursos como el litio, el cobre y el cobalto. En el caso de Chile, que posee las mayores reservas de litio en el Salar de Atacama y es uno de los principales productores de cobre a nivel mundial, la institucionalidad minera no está preparada para gestionar la creciente demanda de estos minerales.
Los riesgos de corrupción en la industria, citados en estudios de la Fundación Terram, identifican múltiples vulnerabilidades en la explotación del litio. Empresas como SQM, que firmó un acuerdo con Codelco para explotar el Salar de Atacama durante 30 años más, han sido señaladas por prácticas cuestionables. Además, la explotación de litio en Chile, Bolivia y Argentina, basada en procesos de evaporación, genera un alto consumo de agua y afecta ecosistemas frágiles como los salares.
RLIE: hacia una narrativa desde el sur
El panel, que contó con la participación de Alejandra Alayza, directora de Oxfam Perú; Vitor de Souza, analista del Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicos (Ibase); César Flores, economista de CooperAcción; Ariana Escalante, investigadora de FUNDAR; y Juan Luis Dammert, sociólogo del Instituto de Gobernanza de Recursos Naturales (NRGI), coincidió en la necesidad clave de construir una narrativa regional sobre la transición, que priorice la sostenibilidad y la justicia social, en un entorno donde los minerales críticos han sido definidos por los centros industriales del norte global, sin considerar las perspectivas de las comunidades y los Estados proveedores.
