POR estos días, las cifras de la economía peruana ofrecen un cuadro engañosamente cómodo. Las exportaciones totales alcanzaron los USD 55 640 millones entre enero y agosto de 2025, un salto de 18.8 % frente al mismo periodo de 2024, con un récord histórico mensual en agosto. El impulso viene sobre todo de la minería y la agricultura, pero también de la pesca, la química, el textil y la metalurgia. En paralelo, las exportaciones mineras crecieron 16.6 % en el primer semestre, hasta USD 26 553 millones, y el Banco Central de Reserva (BCR) registra un superávit comercial acumulado que bordea los USD 27 000 millones, explicado en buena parte por el salto en los precios del cobre y el oro. Las agroexportaciones, por su lado, apuntan a un nuevo récord: el Ministerio de Comercio Exterior estima que al cierre de 2025 podrían llegar a USD 13 500 millones, por encima de los USD 12 735 millones de 2024. Sobre el papel, es el escenario soñado: términos de intercambio en alza –el BCR calcula una mejora cercana al 14 % en 2025, impulsada por cobre, oro, gas natural y zinc– y una balanza comercial holgadamente positiva. Pero, como advirtió a CARETAS el exministro de Economía Alfredo Thorne, el riesgo es que el Perú vuelva a convertir una bonanza externa en una oportunidad perdida.
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