El Tren de Aragua no es solo una marca criminal: es un modelo de negocio nacido en cárceles venezolanas que se expandió con la diáspora y las economías ilegales en la región. Diversas investigaciones periodísticas y policiales han documentado que su crecimiento no habría sido posible sin tolerancia estatal en su etapa de incubación carcelaria y la cooptación de funcionarios en frontera. El resultado es una franquicia delictiva capaz de replicar extorsión, trata, cobro de cupos y sicariato en cada país donde instala un “nodo”.
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