El Perú vivió en 1988 una de las peores crisis de su historia republicana. La hiperinflación se disparó al 1722 %, los servicios colapsaron, el terrorismo se intensificó y la vida cotidiana quedó marcada por la escasez y el miedo. Alan García, que dos años antes había encarnado la esperanza como el presidente más joven del mundo, afrontaba un desastre en cámara lenta. La población improvisaba técnicas de sobrevivencia mientras Sendero Luminoso ganaba terreno. Las imágenes y crónicas de CARETAS ese año documentaron con crudeza un país al borde del abismo.
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