Dina Boluarte es una mujer con suerte. Su llegada a la vicepresidencia fue un accidente y el aterrizaje en Palacio de Gobierno la consecuencia de integrar la plancha de un individuo destinado a implosionar. Un escándalo bizarro como el de sus cirugías estéticas abonó más a la imagen de frivolidad labrada con los Rolex que le regaló su “wayki” Oscorima. Por si fuera poco, la situación de inseguridad y la penetración de las economías ilegales tocó de nuevo fondo con la masacre de 13 trabajadores de seguridad vinculados a minera Poderosa en Pataz. Poco ayudó en ese contexto –sin precedentes– de 2 % de imagen positiva que se dieran a conocer los informes favorables a su aumento de sueldo, sobre los que CARETAS ya había advertido.
Y con ese récord de desastres seguía siendo una rejuvenecida señora con suerte. La elección de un Papa con nacionalidad peruana fue recibida con un eufórico mensaje a la nación que reflejaba el ánimo del país al recibir una noticia semejante.
¿Pero a cuántos golpes de suerte le pueden seguir disparos a los pies?
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