Son destacables sus trabajos en instituciones públicas para la creación de proyectos y curadurías, así como sus participaciones en instituciones feministas con un franco matiz ideológico, como debe ser. Esas actividades, siempre relacionadas con el arte y la política, han hecho de ella una suerte de militante de ideas igualitarias en todo nuestro complejo espectro social.
Esto se explica mejor en la presentación de su muestra en el Museo de Grabado del ICPNA, donde se afirma que se trata de “…el grabado como una forma de expresión que conecta el arte con la memoria y la identidad femenina. El Perú enfrenta altos índices de violencia de género y desigualdad laboral. Por ello esta obra se convierte en un testimonio visual de la lucha de las mujeres en el Perú y un reflejo de la historia colectiva a través de una técnica que ha sido históricamente utilizada para la difusión de mensajes sociales y políticos”

Esta vocación testimonial ha hecho que ella se aleje de toda ortodoxia para hacer una obra difícilmente encasillable en alguna disciplina y trabajar sin pensar en aceptaciones del mercado ni concesiones al consumo. Esta posición puede haberla alejado de las convenciones que priman en nuestro medio, pero le ha merecido la atención de quienes intentamos descubrir las opciones que se desarrollan fuera de nuestro mainstream.
En la parte creativa se puede decir que Wendy Castro indaga en las distintas posibilidades de las técnicas que emplea. Por ejemplo, en sus grabados imprime la misma imagen alterando zonas de color o amplía los conceptos de la estampa haciendo impresiones fotográficas o simplemente siluetas sobre soportes traslúcidos, superponiéndolos para crear un especial cinetismo.
Sin embargo, a una parte de esta obra difícilmente pudiera considerársele grabado. En realidad, son instalaciones hechas con transparencias que aprovechan las sombras sobre las paredes o, la más conocida, las muñecas colgantes de Chancay que le merecerían un premio en el último concurso de arte del ICPNA.
Estas razones me llevan a considerar que un sitio más indicado para esta exposición hubiera sido la Sala Shinki del ICPNA Miraf lores, que permitiría un mayor lucimiento a todo lo expuesto en un espacio de más fácil acceso.
La heterodoxia de Wendy Castro, al margen de las carencias del oficio –que en su obra pudieran lucir secundarias– merece una mayor divulgación. Su intención de reafirmar “la presencia de la mujer en el arte, denunciar las injusticias que enfrenta y rendir homenaje a la resistencia y la creatividad femenina”, así lo ameritan.

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Este hotel boutique ha creado la Galería República dirigida por Luis Adawi y Ramón Ortiz. Allí están exhibiendo obras del colectivo del MAV.
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Dirigida por Marianelli Neuman, presenta “Hilando el tiempo, tejiendo memorias”, bipersonal de Liz Quispe y Andrea Tapia, con la curaduría de César Augusto Ramírez.
3.- Galería CRISIS. Alfonso Ugarte 260, Barranco.
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4.- Galería Magenta. Av. Lima 149, Barranco.
“Corazones rotos”, es la bipersonal de María Abaddon y Nuria Cano que resulta de mucho interés.