Comiendo. Con amigos. Unas cervezas. Una cena con la pareja. De viaje. En la piscina. Incluso en los momentos extremadamente personales. Todo el mundo lo tiene que saber. Fotos, videos y a esperar la reacción de los contactos. Para algunos, compartir su vida en redes sociales se ha convertido en una necesidad ineludible, al punto de registrar episodios de llanto y vulnerabilidad con el objetivo de generar empatía y reacciones. La era digital ha normalizado esta sobreexposición, pero cuando compartir se convierte en una constante búsqueda de validación externa, hablamos de oversharing, un fenómeno con profundas implicancias psicológicas y riesgos en la seguridad personal.
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