Nuestra Falta de Confianza nos Condena

Un factor determinante en una sociedad para su bienestar es la confianza. Sin ella enfrentamos el futuro incapacitados.

por asistentemk

Por: Eduardo Bruce Montes de Oca

Un amigo nativo de Dinamarca, casado con peruana, me cuenta que cuando viene al Perú una de las cosas que hace y que lo divierte mucho es ir a una notaría y observar cómo la gente tramita transferencia de vehículos, compra-venta de casas y cosas por el estilo. Le parece insólito que se tenga que hacer tanto trámite para que se formalice algo que ambas partes libre y voluntariamente han pactado. Para él, el nivel de desconfianza mutua que existe en nuestra sociedad nos ha hecho establecer y mantener sistemas que solo se justifican porque sencillamente no tenemos confianza el uno del otro. Es que Dinamarca es el país donde existe el mayor índice de confianza interpersonal de todo el mundo (74 %).

En Perú, con una tasa de confianza del 4 %, ostentamos el privilegio de ser el más bajo de todos los 109 países evaluados. Esta data estadística del año 2022 proviene de una de las herramientas más utilizadas para evaluar las actitudes de confianza en todo el mundo, procede de la Encuesta Mundial de Valores (World Values Survey) –un proyecto de investigación internacional que, durante décadas, ha llevado a cabo encuestas sociales estandarizadas y representativas a nivel nacional para investigar los valores políticos, socioeconómicos y culturales de personas de todo el mundo.1

Francis Fukuyama2 explora el papel fundamental de la confianza en el desarrollo económico y la cohesión social. Analiza cómo las sociedades con confianza generan redes de cooperación que facilitan la creación de empresas, fomentan la innovación y fortalecen las instituciones, lo que impulsa el crecimiento económico.

Kenneth Arrow3, premio nobel de economía, dice que en sociedades con baja confianza, la desconfianza entre los ciudadanos y hacia las instituciones actúa como un lastre para el desarrollo, ya que incrementa los costos de transacción, disminuye la eficiencia de las organizaciones y limita la colaboración.

La mayoría de nosotros probablemente ha experimentado esto en su propia vida: es un desafío realizar acuerdos cuando falta la confianza en la otra parte.

La confianza entre las personas es fundamental para el desarrollo de un país, ya que facilita la cooperación, fortalece la cohesión social y mejora el bienestar general. En una sociedad donde la gente confía unos en otros, es más probable que las personas colaboren en proyectos comunes, participen en la vida cívica y contribuyan al bien común. Esta confianza también reduce la necesidad de controles estrictos y burocracia, ya que la gente tiende a actuar con mayor responsabilidad y honestidad.

Además, la confianza fomenta el crecimiento económico. Las relaciones de negocios, por ejemplo, se basan en la confianza para que los contratos se cumplan y las transacciones se lleven a cabo de manera eficiente. Sin confianza, las empresas y los ciudadanos suelen gastar más en medidas de seguridad o en el cumplimiento de acuerdos, lo que hace que los procesos sean menos ágiles y más costosos.

En contextos como el de Perú, la confianza es clave para combatir problemas como la corrupción y la informalidad, ya que estos males suelen aumentar cuando la gente siente que no puede confiar en las instituciones ni en los demás ciudadanos.

En el Perú, podemos afirmar que la  falta de confianza en nuestra sociedad provoca polarización y fragmentación política, intensificando las diferencias ideológicas y llevando a una política de confrontación donde cada grupo defiende sus intereses sin buscar acuerdos. Esto también genera ineficiencia en los poderes del Estado: sin alianzas sanas las políticas públicas no se producen, se estancan los procesos de decisión causando inestabilidad y afectando el desarrollo del bienestar social y la sana economía.

La incapacidad de nuestros  políticos para gestionar destruye la confianza ciudadana, perdiéndose  la fe en la democracia. Así, las reformas necesarias quedan postergadas por falta de consenso. En resumen, la desconfianza limita seriamente la capacidad de las autoridades para gobernar de manera efectiva. Además, ni hablar de la respuesta a crisis como terremotos o el fenómeno del Niño, pues no tendríamos capacidad de enfrentar esos fenómenos con la eficacia requerida.

La falta de confianza en nuestra  sociedad tiene un impacto profundo en la capacidad para formar alianzas políticas efectivas y gobernar de manera estable. Cuando la confianza es baja, tanto entre ciudadanos como entre instituciones y actores políticos, es difícil construir acuerdos y alianzas sólidas que permitan implementar políticas a largo plazo o responder de manera unificada a desafíos nacionales. Ese es nuestro gran problema.

La desconfianza nos ha llevado a la triste situación que tenemos ahora: enfrentaremos un proceso electoral con posiblemente alrededor de 40 agrupaciones políticas compitiendo por el poder. Nada indica que se puedan gestar alianzas de grupos políticamente afines para presentarse como un bloque para asegurarse el triunfo. Una alianza lejos de los extremos que hoy amenazan destruir lo que hemos logrado como república.

Ya vivimos, y de hecho estamos viviendo, el desastre causado por el encumbramiento de Pedro Castillo y sus ideas comunistas trasnochadas. Sin embargo, no estamos fuera de peligro, puesto que Perú Libre sigue vigente y es hegemónico en la izquierda peruana, y al centro o derecha tenemos gran cantidad de agrupaciones, cada una con sus pequeñas ambiciones, lo que causaría una nueva fragmentación del voto. Seamos conscientes de que, sin alianzas de centro-derecha, la izquierda radical es hoy quien tiene más posibilidades de triunfar en las elecciones.

Como ha ocurrido en el pasado reciente, nuestra desconfianza supina nos lleva a que los moderados pierdan las elecciones por no querer aliarse por el bien de todos nosotros. Estemos avisados. Esperemos que nuestros líderes que merecen serlo sepan presentarse como un bloque y tomar las riendas por el bien de todos nosotros, por el bien del Perú.        

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