“Se me rajó la córnea”, comenta Giuseppe Falla, relatando con serenidad el accidente ocular que tuvo hace un par de semanas, que ha redefinido su visión, literal y metafóricamente. Cambio de planes incluidos. Este incidente, aparentemente trivial, fue un catalizador para reconsiderar su vida y arte. Aunque Nueva York lo trajo de regreso a Lima, la herida también vino con una pausa forzosa.
Falla es un fotógrafo con más de diez años de trayectoria, conocido internacionalmente por su destreza en el retrato. Ha construido una carrera en la que captura la esencia humana. Inspirado inicialmente por el teatro, encantó en Lima documentando producciones escénicas y, posteriormente, migró hacia el retrato de celebridades, destacándose con su proyecto Fluorescentes.
EN BUSCA DEL ARTE
El sueño neoyorquino que había estado en su mente desde la pandemia, se convirtió en una realidad hace algunos meses. Nueva York es para Giuseppe la ciudad donde Andy Warhol dejó su huella y con un incomparable valor cultural. “Nueva York me ha dado una perspectiva que no encontraba en Lima. Yo creo que gracias al esfuerzo y a la exposición que he tenido con otros artistas, puedo tener acceso a muchas cosas. La oferta teatral, artística y fotográfica que existe allá es mil veces más repotenciada que la que podemos tener acá por ahora”, cuenta. Según relata, uno de sus máximos referentes es Andy Warhol, quien ha sido un inesperado mentor espiritual. “Siempre me he sentido conectado con él”.
Lo curioso de esta admiración es que, como si se tratara del destino, se ha encontrado con viejos amigos del artista exponente del pop art. Estas personas, ya de avanzada edad, le mostraron pinturas y demás artículos que fueron obra de Warhol. Una señal más de que estaba en el lugar correcto para seguir desarrollando su talento.
ALMA POR ENCIMA DE TÉCNICA
Haciendo honor a su apellido, la perfección técnica no define una buena fotografía. La autenticidad y la emoción son sus guías. “Lo importante no es solo la nitidez, sino lo que la imagen evoca. Mi objetivo es que la foto hable, que provoque algo”. Y es precisamente esta visión, tal vez con tintes edgy, la que le permite abordar cada retrato con la intensidad necesaria. Sí es que no lo es ya, quiere convertirse en un narrador visual que atrapa historias con su lente, dejando que cada captura hable por sí sola. Que las fotos tengan impregnado su nombre sin necesidad de escribirlo.
LA MIRADA HACIA EL FUTURO Con planes de ir a Argentina para un festival de videoclips al que llegó por su trabajo en la dirección de Otros Ritmos de Adrian Bello, y la intención de abrir un nuevo taller en diciembre, se encuentra en una etapa de exploración. No es un futuro en el sentido convencional; para él, cada proyecto es una oportunidad de redescubrirse y de llevar su arte a nuevas dimensiones. Hoy, su lente enfoca no solo la imagen externa de sus modelos, sino también las complejidades de su propio reflejo. “Mis fotos ahora tienen un propósito más claro”, reflexiona. Con el deseo de compilar su obra en un libro, continúa su búsqueda, una en la que él mismo, sin saberlo, se ha convertido en su sujeto más interesante.