A sus 20 años, siendo estudiante en Generales Letras de la Universidad Católica, visitó a sus padres en Arequipa. Hasta entonces, solía dedicar mucho tiempo a escribir y se sentía seducido por la poesía. El color de Arequipa y su cielo fueron para Iván Fernández Dávila una luz que le hizo sentir que la palabra ya no bastaba para expresarse. “Regresé a Lima, dejé de ir a la universidad –quedó fuera– y desde entonces no dejé de pintar hasta hoy”, nos dice el artista plástico.
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