Hace unas semanas se viralizó en internet un video en el que se observa a una mujer a punto de saltar del puente John Seigenthaler en Nashville, Estados Unidos. Lo anecdótico, más allá de tratarse de un tema al que tenebrosamente nos estamos acostumbrando, fue que el cantante Jon Bon Jovi se acercó a la escena y finalmente convenció a la mujer de retroceder en su cometido. Previas palabras de aliento y con una actitud notablemente calmada, el artista salvó una vida de un amargo final que no trascendería más allá de algunos titulares en la prensa local.
Pero, ¿qué les espera a aquellos que no tienen la fortuna de coincidir en el mismo lugar y momento con un cantante de talla mundial con experiencia en ayuda humanitaria? No mucho. En nuestro país, la situación es muy preocupante. En 2023, el Sistema Informático Nacional de Defunciones (Sinadef) registró 391 muertes por suicidio y más de 2121 intentos.
Este aumento se atribuye a varios factores, incluyendo la falta de educación en salud mental y el diagnóstico tardío de trastornos como la depresión y la ansiedad. La estigmatización alrededor de estos temas también juega un papel crucial, ya que muchas personas que piensan en el suicidio no buscan ayuda debido al miedo al juicio social.
Sinadef también alerta que los meses donde hay mayor número de personas que intentan acabar con sus vidas son octubre y noviembre, próximos en nuestro calendario.
Y aunque aún estemos lejos de países como Lesoto (72.4 suicidios por cada 100 mil habitantes según la World Population Foundation) o los ya conocidos casos de los asiáticos Japón o Corea del Sur, no deja de tener relevancia este tema que, a pesar de ciertos avances, se sigue manteniendo medianamente como tabú.
El psiquiatra, Dr. Carlos Bromley, ha señalado que una de las principales dificultades en la prevención del suicidio es la invisibilidad del problema. Muchas personas no reconocen las señales de alerta en aquellos cercanos a ellas. “No nos estamos mirando”, advierte, haciendo referencia a cómo la desconexión causada por el uso constante de la tecnología y redes sociales ha dificultado nuestra capacidad de detectar cambios de comportamiento en los demás. Según Bromley, los cambios en patrones de conducta, como el aislamiento, la pérdida de interés en responsabilidades o actividades cotidianas, son señales claras de que alguien podría estar en riesgo.
¿Qué podemos hacer para ayudar? Bromley sugiere que el primer paso es prestar más atención a quienes nos rodean, especialmente a las personas más vulnerables. La clave está en fortalecer los vínculos interpersonales y ofrecer acompañamiento en momentos difíciles. Además, recomienda crear entornos saludables donde la vida social, el optimismo y las actividades recreativas jueguen un rol crucial para prevenir la depresión y la desesperanza. “Necesitamos contar con un Plan de Prevención del Suicidio que tenga actividades de seguimiento a las personas que han intentado quitarse la vida, a los familiares de quienes lo han hecho y a aquellas con depresión”, concluye el especialista. Por lo tanto, queda mantener un ojo en los demás y también en nosotros, para evitar finales que lamentar. (Marce Rosales)