En los banquetes de finales del siglo XIX y principios del siglo XX ofrecidos a figuras históricas en el Perú no se servía aguadito, cebichito ni un champancito, hermanito. En una comilona en homenaje a Miguel Grau, celebrada a bordo del barco “Limeña” en el Callao, un año antes de desatarse la Guerra del Pacífico, destacaron los “Lomitos á la Périgord”, el omelette y el soufflée. Unas enigmáticas “conchas a la Huáscar” fueron dedicadas al invitado estelar, con cada paso maridado por vinos de rhin, burdeos, borgoña (no el dulce local sino la región) y, sí, champagne.
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