En épocas como esta, con ídolos intelectuales de barro por doquier, haríamos bien en (re)descubrir a un intelectual apasionado por el Perú desde la difusión y la crítica. En Manuel Mujica Gallo (1. Un espíritu apasionado. 2. Escritos escogidos. 3. Libros reunidos) se le presenta al lector una vida de novela que testimonian los ensayos, cartas y libros de MMG reunidos en estos tres volúmenes. Su legado es claro: la cultura como salvación del país. Más una constante actitud cuestionadora. Para tener más luces de MMG, CARETAS conversó con Mariví y Ramón Mujica Pinilla.
—Como hijos de Manuel Mujica Gallo, ¿cómo afrontaron la distancia con la obra a editar?
MMP. Se cumplían 50 años de la muerte de nuestro padre y quisimos hacerle un homenaje en forma de libro. Empezamos a encontrar temas inéditos y multigenéricos. Fue asombroso ir descubriendo a un personaje que no conocíamos a pesar del amor y cercanía que teníamos con él. Poco a poco, desapareció la distancia y apareció un potente vinculo que hizo fluir hasta convertirse en tres volúmenes.
—En su ensayo Un espíritu apasionado, se percibe una suerte de adicción de MMG por el Perú.
MMP. No lo veo como una adicción, más bien como un pensamiento que buscaba un mestizaje integral del Perú. La historia vista desde personajes y culturas paradigmáticas iluminaban para MMG la idea de democracia y justicia social.
—La mayor riqueza para él era compartir conocimiento.
MMP. Si, eso es exacto. Mi padre no solo tenía pasión por el conocimiento del Perú y sus raíces, sino también por comunicar sus descubrimientos. En esa línea, se sitúa la urgente creación del diario Expreso de esa época, así como los Populibros Peruanos y la fundación del Instituto de Arte Contemporáneo (IAC), compartiendo la cultura con más peruanos.
—En el prólogo, Hugo Neira destaca el compromiso de MMG con la cultura y su carácter frontal: era un intelectual combativo.
RMM. Desde muy joven, MMG ejerció el periodismo. En tiempos de Leguía escribía clandestinamente en un diario arequipeño y firmaba sus artículos bajo seudónimos para evitar represalias políticas. Este recurso literario ya se daba durante los gobiernos represivos peruanos del XIX. En 1961, MMG bautizó su diario con el nombre de Expreso para dejar constancia que su fundador había sido un expreso político (en tiempos de Benavides), encarcelado por su ideario libertario. Detestaba la “censura” en todas sus formas y pensaba que el pueblo peruano tenía el derecho de estar informado “objetivamente”, no por medios de comunicación que eran las “trincheras ideológicas” de grupos de poder con nombres y agendas propias. Su proyecto Populibros con Manuel Scorza —como señala Mariví—, un libro a un sol, obedeció al mismo ideario. Solo una nación lectora saldría de su “atraso” y desarrollaría las herramientas críticas para combatir el embate de charlatanes y dictadores embaucadores. Pues sí, fue casi una figura combativa y quijotil, pues con valentía y señorío espiritual se enfrentó a Leguía, a Benavides, al imperio Prado, al APRA de la primera hora y a las dictaduras de Odría y Velasco Alvarado. Incluso cuestionó las alianzas económicas y políticas de su propio padre.
—¡Qué le indignaría más del Perú de hoy?
RMP. El peor mal del Perú tiene larga data. Es la corrupción que corroe todas las instituciones del Estado como ya lo denunciaba Manuel González Prada desde finales del siglo XIX; esta dolencia es transversal a todos los partidos políticos: de izquierda y de derecha. Como militante de Acción Popular, MMG sentiría una profunda vergüenza e indignación de ver cómo los ideales de renovación social y de transparencia moral promovidos por Fernando Belaunde Terry han caído en manos de tantos políticos desacreditados acusados hoy de pactos ilícitos, clientelistas, por decir lo menos. Los verdugos de las leyes son los que abusan del poder.
—Su ensayo “Manuel Mujica Gallo contra Manuel Mujica Gallo” es polémico. Por ejemplo: advierte que la obra de su padre ha estado silenciada. Leído de otro modo, tras desgranar motivos razonables y no hallando ni uno solo que merezca ser atendido para explicar el borrado de su obra: ¿el problema de MMG para cierta clase intelectual se debía a que era muy “pituco”, por decirlo de alguna manera?
RMP. La voz disidente de MMG transciende los “modelos teóricos” estereotipados de nuestros historiadores de izquierda y de derecha y su “microhistoria” demuestra que aún existen “territorios ciegos” dentro de nuestra historia que por prejuicios ideológicos no son estudiados en toda su complejidad. Mujica Gallo, ¿“pituco”? Esta palabra se utiliza como sinónimo de “presumido”. Hoy incluso asociamos la palabra “pituco” a una clase social acomodada y racista que por creerse “blanca” se siente superior al resto del país. No fue el caso de MMG. En 1944, un periodista le preguntó para qué incurría en la política cuando él ya pertenecía a una “clase de privilegio”. MMG le respondió sin titubeos: “Mientras subsista ‘este concepto cartaginés de la política’, solo participarán en ella ‘oportunistas profesionales’ y ‘pícaros audaces’. En cambio, los que amamos al Perú, no por interés sino por vocación y entraña, creemos que nuestra patria tiene que volver a ocupar el lugar que le corresponde en el concierto de las naciones”. Desde muy joven, MMG combatió el mito de la superioridad de la raza blanca. Cuando viajó a las Olimpiadas de Berlín de 1936 como attaché del Perú en Alemania, escribió una nota sobre los atletas negros norteamericanos y los mestizos peruanos que eran iguales o superiores a los “fornidos equipos de pura raza blanca”. Su amistad y epistolario con José María Arguedas, Raúl Porras, Riva Agüero, Gregorio Marañón, Pablo Picasso y Victorio Macho, entre otros, muestra la amplitud de sus intereses y mirada cultural.
—A la luz de lo expuesto: en el Perú de hoy urgen figuras políticas y culturales como MMG.
RMP. Urgen figuras políticas dialogantes con valores éticos y con conciencia social que ayuden al país integrar a su población, pero sin racismos, retóricas huecas, sofismas y las corruptelas de siempre. Quizás el aspecto más sorprendente del material histórico y documental reunidos en estos tres volúmenes es la plena vigencia de los postulados de MMG. Aquí encontraremos intactos los discursos populistas que exacerbaron el ambiente político peruano del siglo XX, aparecerá la figura retórica del “indio” marginado —existente después de más de 500 años de mestizaje— usada incluso por políticos criollos o provincianos para hablar en su nombre de las desigualdades sociales, que sin duda existen, pero que no justifican el engaño al “pueblo” ni el latrocinio de las arcas del Estado. Los escritos de MMG contribuirán a entender mejor los orígenes de la violenta polarización política que vive nuestro país. Parece repetirse en nuestros días la misma pugna ideológica extrema de tiempos de Sánchez Cerro. Es como si la única opción que queda por decidirse se encuentra entre una “derecha” neoliberal, ensimismada e intransigente, sin ética ni conciencia social, y una “izquierda” neomarxista y “neo- indigenista” movida por una agenda roja continental y que predica un paraíso social sin Dios para justificar las corruptelas de su nueva clase opresora. MMG sabía que, al final del día, cualquiera de estos dos modelos políticos podía derivar en “dictaduras reaccionarias”, enemigas de la democracia y de la libertad de expresión.
(Gabriel Ruiz Ortega).