Sobre estaciones y bibliotecas

Por Cristina Dreifuss | Cómo estos espacios públicos simbolizan el progreso social y la democratización del saber.

por marcerosalescordova@gmail.com
Cristina Dreifuss. Sobre estaciones y bibliotecas.

Recientemente estuve en Chicago y visité dos edificios fuera de los recorridos turísticos oficiales que me sorprendieron: Union Station y Chicago Cultural Center. El primero es una estación de tren, construida en 1925. El segundo fue originalmente la sede central del Chicago Public Library, y se construyó un poco antes, en 1897.

Es interesante cómo ambos edificios no sólo son enormes en escala, sino que el diseño arquitectónico parece querer, en ambos casos, que el espacio se sienta como un templo. La altura de los techos de la estación de tren, la distribución de las columnas y los arcos, los materiales usados, son solemnes y contrastan con la velocidad con la que los pasajeros se mueven hacia y desde los andenes.

En la biblioteca, la decoración, a base de mosaicos y frases que ensalzan la lectura y la cultura, se combina con elementos sumamente lujosos como la cúpula de cristal diseñada por el joyero Tiffany. El espacio nos lleva al silencio, pero también a la curiosidad y al descubrimiento.

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¿Por qué una ciudad moderna y en crecimiento como Chicago destinaría recursos y lotes céntricos a ambos edificios? El caso de la estación es obvio. El tren era el medio de transporte por excelencia para personas y mercancías y Chicago era la puerta al oeste de Estados Unidos. Pero, además, dar a las personas la libertad de moverse de un lugar a otro, de intercambiar y de explorar, es una idea que democratiza y abre oportunidades.

En el caso de la biblioteca el movimiento es intelectual. Se democratiza el conocimiento y su acceso a este, se ofrece a las personas un lugar público, de diálogo, que fomenta la conversación y otro tipo de intercambio. La cultura es entendida también como un vehículo, que no nos mueve de un lugar a otro pero sí nos abre caminos dentro de nuestra propia historia.

Las bibliotecas modernas y los sistemas de transporte público aún pueden inspirarse en estos modelos: lugares que no solo conectan personas e información, sino que también fomentan el diálogo, la comprensión mutua y el crecimiento colectivo. Son recordatorios de que el progreso social se construye mediante instituciones que valoran la educación, la diversidad y las oportunidades para todos.

La idea de que el conocimiento y la movilidad son derechos, no privilegios, continúa siendo un principio revolucionario.

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