Salvador Luis: «Todos lo escritores sabemos lo que podemos y no podemos hacer» | Entrevista

Salvador Luis.

Por: Gabriel Ruiz Ortega

Si hay una palabra para calificar la obra del escritor peruano Salvador Luis, esa es la extrañeza, característica que transita por la forma y el contenido en prácticamente 16 libros que revelan, principalmente, una ética creativa a prueba de tentaciones.

Vista a la distancia, se podría afirmar que su propuesta es la más original entre sus compañeros/compañeras generacionales de Perú y una de las más llamativas en el ámbito hispanoamericano (en donde hay muy buenos autores con poéticas sólidas, y claro, de los otros también, que son más).

Cuando se lee a Salvador Luis, no pocas inquietudes se le presentan al lector atento: mientras muchas plumas están de ida, este autor ya está de vuela. Los caminos literarios que hoy se recorren, Salvador Luis ya los abordó hace más de 20 años.

Extrañamiento y experimentación al amparo de la cultura popular. En este sentido, prestemos atención a sus dos últimas publicaciones: Cofrecillo (2021) y Segundo cofrecillo (2023) vía Casatomada. Textos inéditos y otros ya publicados en ediciones extranjeras ahora reunidos para la lectoría peruana, confirman la impresión: Salvador Luis es un autor con un mundo propio inagotable.

—Una cualidad de tu obra es la agilidad de la prosa. Mas vale aclarar que cuando nos referimos a la agilidad, no hablamos de facilismo. En este sentido, y teniendo una trayectoria a tener en cuenta, ¿cómo llegas a esta configuración de algo tan difícil como la compleja sencillez?

Yo creo que tiene que ver con una preferencia natural por el relato corto antes que por la novela, especialmente al principio. Cuando era adolescente me inclinaba más por la lectura de textos breves. Con el tiempo, claro, eso fue cambiando, pero yo diría que hubo unos tres años de “relato corto duro” (Historia universal de la infamia, Un tal Lucas, Cuentos fríos, etc.) en los que me distanciaba de lo demás. Aprendes a ser más conciso, a adjetivar con lo justo y necesario. Ahora bien, en contraste, algunas de mis novelas cortas (Amanecerá, por ejemplo) utilizan oraciones extensas, sumatorias de cláusulas, ya que la idea no es reunirlas precisamente en “capítulos” sino en “bloques de información”, reemplazando así a los capítulos tradicionales. Esa estructura interna aglutinada me ayuda a simplificar el espacio del texto, es una técnica que aprendí de las novelas de Mario Bellatin, sobre todo de obras como Shiki Nagaoka o Poeta ciego.

Publicación de Casatomada.

—Cuando escuchamos/leemos la palabra cofrecillo, pensamos en un objeto que guarda elementos valiosos. Se entiende que los dos tomos de Cofrecillo contienen textos que has ido trabajando durante muchos años. Aquí hay varios libros, ¿por qué sacarlos en dos tomos?, ¿obedece a una razón especial?

Bueno, en un principio Casatomada iba a editar una de las novelas del primer tomo (Díptico de la oruga), que ya había publicado yo independientemente aquí en los Estados Unidos, pero luego surgió la idea de hacer un volumen recopilatorio con cuentos inéditos y otra nouvelle, y así fue como nació la idea de los cofrecillos. Son una suerte de relicarios, y todos tienen la misma estructura: seis cuentos y dos nouvelles. Las nouvelles ya habían sido publicadas fuera del Perú, pero los cuentos en ambos cofrecillos son inéditos y recuperan relatos que tenía archivados desde 1999. Con suerte sacaremos el tercer tomo en 2025.

—Un factor común en tu poética es la extrañeza y el hermetismo temáticos. Podría pensarse que estamos ante un autor para un público selecto, pero gracias a tu prosa, lo narrado puede ser apreciado por cualquier lector competente.

Hay una cuota de extrañeza y hermetismo, sí. Es como cuando uno ve películas de Godard, Vivir su vida o Banda aparte son extrañas, pero al mismo tiempo asequibles si te tomas la molestia. Ese tipo de montaje, el de las cintas de Godard, potencia mi estilo de prosa. Estudié dirección de cine y las películas de la Nueva Ola son mis favoritas, junto con las de David Lynch. En mi opinión, para hacer algo “extraño” no basta con imaginar una cabeza voladora; es decir, no es suficiente el asunto o la temática, sino que es importantísimo atar esa extrañeza a la morfología del texto. Y, en mi caso, narrar constantemente en discontinuidad. Cuando planteas discontinuidades narrativas en lugar de continuidades, el lector no tiene certezas y la intriga que traza el relato crece.

Publicación de Casatomada.

—En el primer tomo de Cofrecillo, tenemos tres secciones: las dos primeras (Una absurda y obscura potencia y Prontuario de los pies y de los zapatos) dedicados al relato breve y la tercera a la novela (Díptico de la oruga). En ellas, prevalece el fragmento (y los respectivos homenajes a autores), pero ¿cómo se condensa tantas influencias en “pocas palabras” cuando lo que se suele leer son despliegues narrativos más largos que no necesariamente garantizan un efecto literario? Aquí hay un mérito.

Yo me di cuenta desde un principio de que lo que en realidad me gustaba era leer libros como El principito, La amortajada, El extranjero, El vizconde demediado, La pasión según G. H., etc.Es decir, novela breve. Y como te comentaba hace un momento, mi formación literaria tuvo una etapa muy ligada al relato corto. Me siento cómodo en ese tipo de estética y aprendí a explotarla. Sé que nunca escribiré una novela de trescientas páginas, simplemente porque no calza con el estilo que he venido sustentando y porque conozco mis limitaciones. Todos lo escritores sabemos lo que podemos y no podemos hacer, y el estilo se nutre justamente de explotar el gusto personal y las limitaciones innatas. Una vez que uno aprende eso, no es solamente más feliz sino también libre. Claro, este estilo fragmentario no quita que pueda sentarme una tarde a disfrutar de textos más extensos como El obsceno pájaro de la noche, por ejemplo (que, como sabemos, es una maravilla de novela).

—El segundo volumen reúne textos escritos entre 1999 y 2023. Aquí tenemos la sección Ars amatoria / electronica. Se le presenta al lector un discurso autorreferencial (por narrado en primera persona) en clave de ensayo sobre las relaciones que se establecen hoy en la red en cuanto a los afectos y el sexo. ¿Cómo huyes del lugar común?

Esa nouvelle tiene dos partes, y creo que la segunda es la que rompe el lugar común. Digamos que la interacción entre un realismo-ensayístico a lo Bukoswki y un colofón de otra índole redondea la nouvelle. Y otra vez, el punto fuerte está en el montaje. Saber cuándo extender una primera persona íntima, cuándo quebrarla, qué interrupciones insertar, cómo jugar con la temporalidad y crear así un discurso inestable. En el fondo es un homenaje a Lars von Trier. Él tiene esta película, Las cinco obstrucciones, que estructuralmente tiene mucho que ver con Ars amatoria… A mí, la verdad, me interesa que los lectores no olviden nunca que están ante un artefacto, ante una construcción ficcional. La voz puede ser poética por momentos, o muy seca y dura por otros, pero para mí lo que dicta la ruptura del lugar común es el ensamblaje del relato, porque con él puedes obstruir o interrumpir el discurso.

Salvador Luis: «A mí me gusta que en la narrativa hispanoamericana haya variedad, así sea una obra que no me atraiga estéticamente».

—Eres un lector muy atento a la narrativa hispanoamericana del nuevo siglo. Has hecho antologías y prólogos. En este sentido: ¿cuál es su mayor virtud y, también, el mayor defecto o peligro que pueda correr?

A mí me gusta que en la narrativa hispanoamericana haya variedad, así sea una obra que no me atraiga estéticamente. Eso lo aprendí siendo editor de revistas y antologías, algo que vengo haciendo desde 2001. La variedad hay que protegerla siempre. Lo que sí me molesta (y para mí este es el gran defecto en Hispanoamérica) es la estandarización de gustos y la trampa del marketing (porque hay algunos autores que lamentablemente creen que escribir es replicar lo que está de moda). Fíjate, uno abre el suplemento cultural de cualquier país y la mayoría de las reseñas son de editoriales hegemónicas. Yo no soy izquierdista ni me enfada que alguien venda un producto, pero sí me parece mal que la variedad no tenga una espacio, porque en ese sentido todas las editoriales, grandes y pequeñas, tienen los mismos derechos. Cuando “normalizas” la venta de un solo estilo o de los productos culturales de solo dos casas editoras, das una pésima lección a los jóvenes y matas la creatividad.

—Tu obra es sólida. Hay una obra legitimada. Muchas de los textos literarios de hoy recogen influencias actuales y extraliterarias, sin embargo, tú ya las desarrollabas sin problema desde mucho atrás. Pienso en la influencia del cine, la tecnología y la cultura popular.

Uno siempre termina siendo lo que come, ¿sabes? En mi caso, un videojuego de ciencia ficción, las vanguardias históricas, el heavy metal, un comic book de 1984. Cuando escribo metaficcionalmente es porque me gusta la literatura, cuando lo hago metacinematográficamente es porque amo el cine. A la vez, soy consciente de lo que aprendí de otros (Kafka, Robbe-Grillet, Calvino), de lo que no inventé, de lo que tuerzo para tratar de hacer algo “diferente”. No hay mucho más. Finalmente, lo que hago es más que todo para complacer a mi niño interior, de vez en cuando alguien lo valorará, de vez en cuando, con suerte, alguien lo usará como modelo o antimodelo, pero no escribo pensando en que tengo una misión sociológica ni redentora, y eso ayuda muchísimo porque mi única fijación termina siendo la estética. Tenemos mucho mestizaje e hibridez en América Latina. Lo que intento mostrar en mis libros es una riqueza variable que va más allá de la referencia localista previsible. En mi caso, se trata de una variación clasemediera, anglo y francoinfluenciada, cinemática, tecnocultural, experimental por momentos, porque esos son mis parámetros fundacionales. No digo que sea el punto de partida de todos ni que eso me haga una persona interesante, es simplemente algo orgánico para mí, y me siento cómodo expresándome de esa forma, del mismo modo que alguien con otras afinidades busca otros caminos.