Pascal Quignard, Premio Formentor 2023: “No creo que la IA venga a cambiar nada, hay más peligro en las guerras”

por gruiz

CANFRANC (HUESCA), 22 Sep. (de la enviada especial de EUROPA PRESS, Laura Martínez).

El escritor francés Pascal Quignard recibe este viernes en Canfranc (Huesca) el Premio Formentor de las Letras 2023, un galardón que se suma a una larga lista de reconocimientos que el autor califica de “recompensas que se dan como un lujo adicional”. En un encuentro con los medios, Quignard defiende el papel de la literatura, la música y la naturaleza, minimizando el impacto que pueda tener la Inteligencia Artificial (IA) ya que, a su juicio, “hay más peligro en las guerras”.

“No creo que la IA venga a cambiar nada. El caos va a existir siempre y el sol seguirá calentando. Hay más peligro en la repetición inevitable de las crueldades, en las guerras, pero bueno, es una opinión personal” ha afirmado Quignard, quien esta tarde, a las 20.00 horas, recibe el Premio Formentor en una ceremonia que tendrá lugar en el Canfranc Estación, Royal Hideaway Hotel (Huesca).

De tono tranquilo y con un pausado discurso, el enclave elegido este año por la Fundación Formentor –organizadora del Premio Formentor de las Letras y de las Conversaciones Literarias, que se celebrarán el 23 y 24 de septiembre en el municipio oscense– se mimetiza con la personalidad de Quignard, que reconoce llevar una vida ermitaña, ya que se levanta “todos los días antes del alba y trabaja hasta las 10 de la mañana para recapitular” lo que está viviendo.

“Es una necesidad –asegura–. A partir de ese momento, ya solo es lectura, amigos, música, soledad, y a las 10 de la noche ya estoy durmiendo: una vida fantástica es la que tengo”.

El origen del aislamiento de Quignard se encuentra en su niñez ya que, como rememora, en su infancia aprendió a leer “de forma muy precoz” porque era una forma de separarse de su familia, de sus hermanos y hermanas. “Era una especie de escondite”, ha subrayado.

“He leído, siendo muy niño, pero no he escrito. Pero después de haber leído mucho, siendo niño y adolescente, necesité escribir esos libros que yo no encontraba en la biblioteca y también necesité traducir los libros”, asevera. Precisamente, el autor galo trabajó para la editorial Gallimard, desempeñando varios cargos hasta que decidió retirarse a escribir.

En cualquier caso, Quignard reivindica el papel de la lectura y la importancia de ser lector. “La lectura viene primero. Yo tenía un carácter más bien ensimismado, pasivo, y la lectura es pasiva. Y eso es maravilloso, porque la lectura y la contemplación permiten sentirnos invadidos sin que haya ninguna acción por nuestra parte, todo puede ocurrir, todo puede llegar”, relata.

“La lectura es una experiencia más profunda, menos voluntaria que la escritura. Y es en este sentido que la lectura es peligrosa, quizá no para todos. Cada arte no sirve para todos o no todos estamos hechos para cada arte. Yo necesito la lectura, pero noto do el mundo es así ni está hecha para todo el mundo. La lectura es una forma de quedarse consigo mismo, es un movimiento vertical, un éxtasis hacia arriba, en el tiempo y en el espacio”, apostilla.

Preguntado sobre su trayectoria, Quignard –que ha sido calificado de “autor barroco por buscar la intensidad de las emociones”– precisa que es una persona “letrada y erudita”, que busca “la violencia de la emoción”. “Pero soy barroco por otro motivo, porque no acepto los géneros preexistentes y esto es algo muy barroco. No soy ni poeta ni filósofo. No soy un novelista fácil. Tampoco soy un psicoanalista pero todo me interesa y esta es una faceta algo barroca”, detalla.

“No creo que las artes tengan un público objetivo. Pero hay una mitad del arte que no entiendo: todo lo que es irónico, caricaturesco… No me gusta la burla, soy un escritor grave. No me gusta que se critique a los personajes, tampoco me gusta la profanación”, indica al respecto.

Sobre la influencia de la música en su obra — el jurado del Premio Formentor 2023 citaba “las claves musicales, tan presentes en su obra, que permiten leer los libros de Pascal Quignard como una partitura abierta a ser interpretada y consumada”–, el también musicólogo rememora que procede de una familia de organistas durante tres siglos y que, cuando era niño, podía acceder a las ceremonias religiosas que se celebraban.

“Era la música la que hacía la ceremonia”, ensalza el autor, que destaca el papel de instrumentos clásicos como el laud, la viola o el piano, que define de “instrumentos sublimes pero que, poco a poco, han ido quedando relegados”.

“NO HAY PROGRESO, CON EL PASO DEL TIEMPO NO AVANZAMOS”

“Con esto lo que quiero decir es que no hay progreso porque vamos abandonando las cosas que son maravillosas y fantásticas. Con el paso del tiempo no avanzamos. No creo en el progreso. Los dispositivos, aunque sean tecnológicos, me parecen maravillosos. El teléfono móvil, por ejemplo, me parece un instrumento muy bello pero no creo en el progreso. Y a nivel político, la pregunta no tiene cabida: no hay progreso político”, lamenta.

No obstante, la pasión de Quignard por la música sigue estando latente: fue fundador y director durante años del Festival de Ópera y Teatro Barroco de Versalles y está relacionado con personalidades como Jordi Savall, un violagambista, director de orquesta y musicólogo español, especializado en música antigua.

El autor también ha abordado su relación con el lenguaje, al tiempo que confiesa que no habla “ningún otro idioma que el francés”. “No hablo ninguna lengua viva y en cambio me apasionan todas las lenguas muertas”, ironiza.

“Para mí las palabras siguen siendo misteriosas, siempre tengo que buscar su etimología, como si la naturaleza estuviera antes que el lenguaje”, ha destacado el autor en la rueda de prensa posterior al encuentro con los medios, donde el director de la Fundación Formentor, Basilio Baltasar, ha enfatizado en que el ganador de este año refleja “la contemplación plasmada en el milagro del lenguaje”.

Pascal Quignard, nació en 1948 en Verneuil-sur-Avre (Francia), en el seno de una familia de músicos y especialistas en literaturas clásicas y es autor de más de 70 obras, entre las cuales destacan ‘El salón de Wurtemberg’ (1986), ‘Todas las mañanas del mundo’ (1991, adaptada al cine por Alain Courneau), ‘Una terraza en Roma’ (2000, gran premio de novela de la Académie française), ‘Villa Amalia’ (2006, gran premio Jean Giono), ‘Las sombras errantes’ (2002, premio Goncourt) o ‘El amor el mar’ (2022). También ha escrito numerosos ensayos en los que la ficción se mezcla con la reflexión, como ‘Pequeños tratados’, y los volúmenes de ‘Último reino’.

Por su contribución a la difusión de las artes y las letras en Francia y en todo el mundo, ha recibido diferentes distinciones honoríficas francesas ya que en 1995 fue nombrado chevalier, en 2012 officier de la Légion d’honneur y en 2016 commandeur de la Ordre des Arts et des Lettres. Actualmente vive en París (Francia).

El Premio Formentor, dotado con 50.000 euros, es un reconocimiento a la calidad e integridad de los autores cuya obra consolida el prestigio y la influencia de la gran literatura. Recuperado en 2011, ha reconocido a autores como Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Javier Marías, Enrique Vila-Matas, Ricardo Piglia, Roberto Calasso, Alberto Manguel, Mircea Cartarescu, Annie Ernaux (Nobel de Literatura en 2022), Cees Nooteboom, César Aira y Liudmila Ulítskaya. Desde 2021, el galardón recuperó su itinerancia y título, Prix Formentor.

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