La verdad de las mentiras: ¿fue exitosa la FIL de Lima 2023?

¿Si se homenajeaba a Jaime Bayly se salvaba la FIL? Fuente: Siente Trujillo.

Finalizada la edición de 2023 de la Feria del Libro de Lima, se pensaba que habría un silencio cauto sobre su balance final, pero no deja de sorprender una noticia publicada en Gestión, la cual consigna información brindada por la Cámara Peruana del Libro.

En la nota se indica que la presente edición de la FIL de Lima superó a la del año pasado.

Para quienes hemos ido a la FIL más de un día y a distintas horas, las sospechas resultan razonables.

Veamos:

Si bien en CARETAS señalamos que existe una clase culta en el país que recorre todos los estratos sociales, compuesta por personas que consumen libros, teatro, cine y artes plásticas, la misma que en las buenas y las malas se hace presente en las ediciones feriales, esta vez guardó sus energías para los dos últimos días de la FIL (5 y 6/8), en jornadas en las que literalmente no se podía caminar.

¿A qué se debió esta concurrencia cuando el desánimo ya era seña y marca en los rostros de los socios de la CPL? En parte, a las ofertas propias de los últimos días de feria, pero también a un factor a criticar: la mediocre oferta cultural de la programación.

Tras su primera semana, la FIL ya estaba en rojo bermejo, con una afluencia muy por debajo a la del 2022 a pesar de que las editoriales y distribuidoras contaban con lanzamientos atractivos —en realidad, en todas las ferias hay lanzamientos a tener muy en cuenta—, entonces, el error no estuvo en la agenda de los socios, sino en la programación a media caña que calló hasta el grito de júbilo de la CPL: “Vive la experiencia FIL”.

Una mirada a la programación generaba confusión y no nos referimos a las charlas profesionales: muy duras, como si la hubiera diseñado un burócrata del Ministerio de Educación o del Ministerio de Cultura, y no un gestor cultural competente que tiene que saber que un evento como la FIL es principalmente comercial, con capital privado, y que su público, en su variedad (desde aquel que compra Paulo Coelho hasta el que busca libros de Jorge Luis Borges), merece un abanico de actividades acorde a sus intereses.

Esto no quiere decir que la FIL de Lima 2023 no haya tenido sucesos a destacar. Claro que sí: llenos totales en las presentaciones de Jaime Bayly, Renato Cisneros, Rosa María Sifuentes, Vania Masías; del mismo modo en actividades institucionales de la CPL, como la lectura pública de “Masa” de César Vallejo, a quien se le dedicó esta FIL —cien años de Escalas y Fabla salvaje— ante la ausencia de México como país invitado por los problemas diplomáticos ya conocidos. Aunque no soy experto en temas de autoayuda y empresa, sus presentaciones fueron muy concurridas. Eso es una feria, un abanico temático para todo público. Pero cuidado: lo consignado es lamentablemente lo fortuito, es decir, nunca fue la norma, menos la regularidad.

Hubo un tiempo en que ir a la FIL era una experiencia. Uno iba y estaba horas de horas sin tener que comprar libros, había días para decidir hacerlo. En esta edición, esa experiencia se esfumó: poca concurrencia en los dos primeros fines de semana (se colige el escenario de los otros días). Resulta penoso decirlo teniendo en cuenta que hubo invitados internacionales de primer nivel, como Alejandro Zambra, Jorge Baradit, Ricardo Raphael y Hernán Díaz, pero en estas lides el prestigio literario es parte, no el objetivo, de un evento, como ya se dijo, esencialmente comercial.

Flyer de la CPL.

Si no se tenía un país invitado, si no se contaba con algún Premio Nobel que no fuera Mario Vargas Llosa (no olvidemos que pocos antes de la pandemia, la FIL tuvo al Nobel de Literatura chino Mo Yan y al Nobel de Literatura francés Le Clézio; tampoco olvidemos que pasaron por ella los escritores norteamericanos Jonathan Franzen y Richard Ford), había que buscar soluciones verosímiles y no se cumplió esa tarea porque no se supo gestionar una FIL atractiva con lo que se tenía, porque pudo ser tal y no lo fue por falta de capacidad y riesgo.

Porque si se quería salvar a la FIL, había que arriesgar. A quien se le haya ocurrido homenajear a Cronwell Jara, debe pedirle perdón al escritor porque se le perjudicó. No se puede homenajear a Jara, ni a otro autor, con un paraguas comercial tan débil. Si la FIL pretendía sonar en medio de su severa crisis de contenido, tenía a la mano al autor a homenajear: Jaime Bayly. Así no sea del gusto del oficialismo editorial, la argolla cultural y el ombliguismo académico, Los genios es el libro del año (las ventas van de la mano de, salvo excepciones (varias de ellas raras porque más parecen gritos de auxilio a Vargas Llosa), muy buenas críticas). Hay quienes creen que Bayly no tiene las suficientes luces literarias, pero están los que piensan lo contario, quienes, según la contundente evidencia, son más. Claro que la FIL se pudo salvar. ¿A quién se le escapó la tortuga?

CARETAS ha advertido en más de una ocasión el peligro que corre la industria del libro a razón de, precisamente, la Ley del Libro —la gran trampa de Vizcarra—, cuya exoneración del IGV caduca el próximo mes de octubre. En los días de feria se pudo ver un papelógrafo en donde los lectores firmaban a favor de la prórroga o exoneración definitiva del IGV de la ley. Al respecto, no hay lector peruano que esté en contra de una Ley del Libro completa y sin fisuras tramposas. Lo que se necesita es un discurso político y cultural que acompañe a esta preocupación y quien debe hacerlo es el presidente de la CPL, Willy del Pozo. Del Pozo anda muy tibio en ese aspecto y debe darse cuenta de que esta problemática del IGV es más importante que el éxito o fracaso de su FIL 2023.

Sin una exoneración definitiva del IGV, el sector del libro peligra en todos sus flancos. Ocurrirá una catástrofe en cadena.

Circula en redes un flyer de la CPL (ver más arriba) en donde se indica que la FIL obtuvo 18´500, 00  de soles en ventas. CARETAS hizo las consultas respectivas sobre esta información y todos los consultados —socios de la CPL— cuestionan esa cifra. Hay razón sustentada para dudar: de los 16 días que duró la FIL, todos fueron desérticos en comparación al último fin de semana. ¿Cómo, de la nada, llegas a más de 18 millones de soles?

Hay quienes ven en esta información una mentira, pero también es posible una lectura más saludable: la clase culta peruana asistió a la FIL —hay que resaltarlo una vez más, fueron dos jornadas históricas de lleno total, superando a los cierres de exitosas ediciones feriales prepandémicas—, no importa si por las ofertas o por el solo hecho de ir a comprar libros y encontrarse entre lectores. La clase culta peruana le hizo el milagro a la FIL en su último fin de semana. Clase culta que le dio un digno cierre, la cual también despidió al espacio que la albergó por 13 años: el parque Próceres de la Independencia, bajo la administración de la Municipalidad de Jesús María.

(Gabriel Ruiz Ortega).

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