La rebelión de los objetos: «Típico» de Alejandro Alcázar

Czar Gutiérrez | Un gran políptico de objetos y bosquejos, imágenes urbanas y un tercer cuerpo abstracto componen "Típico", la cuarta individual de Alejandro Alcázar. En Monumental Callao hasta el 2 de noviembre.
Mítico bar Juanito de Barranco bajo el trazo de Alejandro Alcázar.

Puerta, ventana, vaso, botella, cenicero, cuchillo, taza, trapo, salero y, por supuesto, bodegón. Mesa de trabajo, pote de aceite, espátula, sobremesa, alpargata, copa, llavero, salero, tetera, cuchara, cucharita, escarabajo de bronce, otro cenicero. Y navegando en la encrespada densidad del impasto —materia dominante de la muestra—, mantequilla, uva, ají verde, planta de piña, rosa roja, manzana verde y papaya anaranjada. Hay también un autorretrato, está el bar Juanito de Barranco, una estampa del Metropolitano, un guiño a Renoir y también la casa Ronald, el espacio de exhibición.

Se trata, pues, de ese espectacular complejo compuesto por galerías, salas de arte, residencia para artistas y núcleo generador de la explosión cultural más trascendente de los últimos años en Lima: Monumental Callao. Allí, en el corazón del bellamente recuperado barrio Castilla, el joven pintor Alejandro Alcázar acaba de inaugurar su cuarta exposición que, a la vez, es un tríptico en sí mismo. ¿Y cómo es eso?

Una parte de la galería está dedicada a exhibir la serie de pinturas en formato pequeño, dispuestas en forma de un gran políptico de objetos y bosquejos que se enlazan en analogía similar a la de un atlas. Serán la génesis de cuadros más grandes, que componen un segundo cuerpo con motivos urbanos, escenas interiores y exteriores. Para que en un tercer cuerpo aparezcan dos trípticos abstractos de mediano y gran formato, además de tres piezas mixtas de carácter expresionista. Esa mezcla atípica de estilos, motivos y formatos componen Típico.

Pintando en la intimidad de su taller chorrillano, Alcázar no le teme a la amalgama de estilos en la simultaneidad de una muestra.

Entre sombras y volúmenes

Es una muestra dominada por el trazo grueso, donde el pincel, la paleta y hasta tus dedos parecen haber dejado su huella, como si el óleo amenazara con salirse del lienzo. “Sí”, dice el artista. “Utilizo espátulas de ferretería, pinceles secos que dejan rastro, mangos de pincel y mis dedos. Eso depende del formato y del efecto que busco. El Greco utilizaba todo ello en aquella época, es un referente. Ignacio Iturria es otro. Suelo cubrir cuadros y superponer temas varias veces. El paisaje de la casa Ronald fue un desnudo, luego una abstracción y terminó como paisaje urbano. Dejo ventanas de respiro que se enlazan y aportan en la composición”.

Hay nombres célebres en este rubro: Pollock, De Kooning, Dubuffet, Auerbach. ¿Quiénes fueron tus maestros? “Bueno, ellos son unos clásicos. Yo llevé un curso en el MoMA sobre el expresionismo norteamericano. He allí a The Irascibles, las cabezas de ese movimiento fueron Pollock y De Kooning. Pero, por ejemplo, el maestro de Pollock era Alfaro Siqueiros y el de De Kooning fue Arshile Gorky, dos grandes. Dubuffet es brut y es también un escultor impresionante. Esa es parte de mi formación occidental y eurocéntrica. Humareda, Herskovitz y Polanco también me interesaron en el periodo de base”.

Pintor peruano Alejandro Alcázar.

Pintando en la intimidad de su taller chorrillano, Alcázar no le teme a la amalgama de estilos en la simultaneidad de una muestra. Así también mezcla carbón prensado, pigmentos secos, acrílico, óleo, tiza pastel, óleo pastel, satinado y esmaltes. Dice que prefiere las técnicas mixtas y el collage. Pero, claro, elige el óleo porque otorga un acabado distinto. “El óleo es un material que tiene cierta mística, allí está su brillo, el olor”. También dice que uno de sus más caros referentes es Pancho Izquierdo con sus entrañables personajes hundidos en las cantinas.

Ese puerto existe

Todo lo cual, por supuesto, amerita un brindis en medio de esa inmejorable atmósfera compuesta por pisos de mármol y techos altos. En esos preciosos espacios de vidrio acondicionados en señoriales casonas republicanas, que hablan tanto del esplendor de un Callao recuperado para el arte como de un verdadero centro nuclear donde también se cultivan música, gastronomía, historia, graffiti, literatura y cultura local con un impresionante telón de fondo: el Real Felipe, la plaza Grau, la plaza Matriz, la plaza Gálvez y el puerto bravo, un lienzo perfecto con sabor a mar y calidez de barrio.

Un guiño a la casa Ronald, el espacio de exhibición.

Y, en el caso particular que nos ocupa, la obra de Alcázar: el control que ejerce sobre el juego de destellos para que iluminación y sombreado creen volumen y profundidad en cada fragmento, de modo que cada cuadro termine siendo casi una representación escultórica tridimensional. Con brochazos que saltan con fuerza y velocidad, los pliegues se yuxtaponen en un dramático campo de batalla donde la pintura se enfrenta a la gravedad de un acto poético. Desde allí emergerá el artista. Invicto. Como si esculpiera la luz.

(Czar Gutiérrez).