La memoria de Venezuela se encuentra desmantelada”, dice Yeremi Melendez, librero que acaba de lanzar en Perú, junto a su amigo Christian Maestre, La Carraca. La misión que tiene esta nueva casa editorial es rescatar las obras, principalmente de autores venezolanos, que con la debacle por la que atraviesa ese país ya no existen.
Estos dos migrantes, que llegaron al Perú en busca de oportunidades, aseguran que en su país “se ha perdido casi todo el ecosistema en torno a los libros” y desde hace unos buenos años ya casi no salen nuevas publicaciones.
Yeremi y Christian son libreros de corazón. Han trabajado en la Librería Sur, en San Isidro, y después de ver todas las posibilidades de lectura decidieron que tenían que hacer algo. “La Carraca surge por una inquietud,” asegura Yeremi.
El primer libro que ha publicado La Carraca es “La Magia de los Libros”, un ensayo del filósofo de la educación Luis Beltrán Prieto Figueroa, escrito en 1955. Un clásico “que nos sigue hablando” y que los libreros como ellos lo tienen presente todos los días en su trabajo porque es fre cuente que muchas las personas que llegan a la librería “están perdidos” y si compran un libro es como si recibieran una receta.
En su ensayo La Magia de los Libros”, Prieto Figueroa lo que hace es fomentar la lectura y ayudar a que las personas se cultiven, formándose como lectores. Después de todo, “leer ayuda a vivir en plenitud,” asegura Yeremi. Y agrega: “nos hace más humanos, más compasivos y también más críticos”. En el fondo, la editorial La Carraca es una declaración de principio. Estos jóvenes buscan “recuperar y redemocratizar todo lo que nos quitaron”, y entregar esto a una república restaurada cuando llegue el momento. Yeremi señala: “Es nuestra responsabilidad. El Estado somos nosotros”.
La Carraca fue la cárcel de la Armada Española en Cádiz. Durante la independencia fue prisión de, entre otras personas, Francisco de Miranda, un político y escritor, considerado como el precursor de la emancipación americana, contra el imperio español. En 1896, Arturo Michelena pintó un cuadro por el aniversario número 80 de la muerte de Miranda. Esta pintura es una metáfora de la libertad de un carcelario a quien, a pesar de las duras condiciones, nunca se le negaron los libros.